Faltan cuatro años para el próximo Mundial de fútbol en Rusia, seguro que ya se hacen planes sobre los buenos jugadores, seleccionadores y entrenadores que llegarán allí, o sobre reservar entradas, hoteles y vuelos. Tal es el fanatismo futbolero que nos ocupa, pero de momento el inacabado mundial de Brasil es el que trae locos a media humanidad y a la otra media, y sin embargo cada poco tiempo se sacan a relucir buenos o malos recuerdos, como los resultados de cada cuatrienio futbolístico, para honra o deshonra de los protagonistas y de sus países.
Sólo es un juego y así define la palabra el diccionario de la RAE, sólo juego, un juego de mayores del que todos son expertos y del que todos hablan en bares y oficinas, pero un juego que es capaz de hacer llorar a una nación entera, a niños y a mayores, de disfrazar sus caras y ropajes con colores selectos, de que la gente salte, llore, grite, insulte o ría a carcajadas; es decir, de que se celebre al máximo la victoria, o de que se lamente también al máximo la derrota, como si los auténticos jugadores fueran los espectadores.
Los expertos en esto, ni siquiera expertos en sociología, nos dirán que “el futbol es muy grande”, que “el futbol es así”, son dos frases que se repiten siempre cuando hay enfrentamientos de once jugadores contra otros once en un verdoso campo de juego y que tienen como centro de sus ansias y patadas un balón. Un balón perseguido por todos a la vez, un balón que roba uno de ellos y se lo lleva orgulloso por el césped para regatear engañando a los demás, que no pueden hacer mucho por recuperarlo, o sí, a veces tardan un minuto en meter el gol en la portería y a veces tardan horas en intentarlo y no lo consiguen, a veces hay prórrogas porque es necesario meter al menos uno de ellos y tampoco lo consiguen y otras veces, ya desesperados, por no conseguir gol se lanzan como locos a disparar balones, hombre contra hombre, parando el masivo juego. A eso le llaman penaltis, es decir castigo por haber errado durante más de dos horas los lanzamientos. En cualquier caso se llevan millones por jugar a eso y si ganan, muchos más millones, millones que llegan del negocio que el fútbol genera. A veces, sacan canciones alegres o humillantes para los equipos y se diría que la tierra que les alberga, llena de guerras, paro, violencia, problemas económicos y corrupción, también necesita divertirse con balones en juego.
Posiblemente muchos de los que lloran y se emocionan berreando al máximo por el fútbol, no llorarían así por ninguna desgracia personal parecida pero elevada a la máxima potencia como la desaparición de un familiar, una pérdida de trabajo, un accidente propio, sólo el fútbol es capaz de emocionar en masa y en casos particulares, para bien o para mal y da las fuerzas suficientes como para quemar un autobús, maquillarte la cara, morder a un compañero de juego, humillar al contrario, gritar, insultar, mojarte mientras ves el espectáculo…
Que gane el mejor y en los próximos tres años de ausencia y espera de otros enfrentamientos deportivos, antes del siguiente mundial, vamos a intentar arreglar sólo un poco la tierra como campo de juego gigantesco, para emocionarnos justamente y seguir viviendo, para jugar y atender como se debe al balón más grande.