Desde las primeras bicicletas, carros y carromatos de la Edad Media hasta nuestros días, la historia del transporte en dos, tres o cuatro o más ruedas ha ido evolucionando; a veces, sin demasiadas innovaciones creativas en trasladar un contenido, el que sea, también un contenido humano, añadiendo o quitando ruedas. Ya sea por tierra, mar, o aire, el transporte se va perfeccionando, pareciéndose en más de una ocasión a la historia del juguete aunque estemos llegando a Marte.
Existen modelos de bicis de los primeros años del siglo XIX y patinetes infantiles de principios del siglo XX. Patinetes que en realidad son sólo juguetes de madera de tres ruedas. La verdadera revolución del patinete generalizado llega cuando alguien se da cuenta que puede ser un trasto útil para el adulto. A principios de los años 90 surge la revolución del patinete. Es como si todos quisiéramos jugar a eso de mantenernos sobre dos ruedas, en el ocio, es como si de pronto, las personas quisieran resolver también el problema del aparcamiento junto a la dificultad de llevar hasta el centro de las ciudades, más grandes y problemáticas, nuestro coche caro que contamina, que ocupa espacio considerable y que nada más salir al asfalto va siendo motivo de diferentes impuestos y gravámenes, como el impuesto de compra de vehículo, de circulación, de vado, de aparcamiento, de carburante, de posibles multas, de retirada en el desguace, etc.
El patinete, y su conductor o viajero de las aceras o del carril bici, aunque ya haya incipientes normativas de movilidad, de momento, no sufre de multas, ni de impuestos, ni tiene unas reglas que le hagan cumplir a rajatabla por dónde llevar sus dos ruedecillas de nada, no hay necesidad de sacarse un carnet con pedagogía del patinete urbano; ni es demasiado caro, sólo habrá que buscar algo de equilibrio y guardar respeto a los viandantes…, vamos como todos cuando salimos a la calle cual urbanitas.
Además, lo que primero fue una tabla con ruedas juvenil, deportiva y de ocio, temeraria de personas mayores, ahora puede ser un artefacto plegable, eléctrico, regalo masivo de Reyes Magos, más o menos veloz, autónomo, de mejor o peor diseño, de mayor o menor peso y con mayor o menor precio o tiempo de carga. En cualquier caso, ecológico, rápido, cómodo, de fácil aparcamiento, a veces hasta escondido debajo del brazo.
Es curioso como un simple objeto puede pasar de ser juguete a prohibirse a los niños, de ser objeto de ocio a medio de transporte ideal y no contaminante para casi todos. ¡Cómo puede ser tan barato que los mismos buscadores del negocio del impuesto al sol, ya están buscando la aparición del impuesto a la sombra!, esto es a la delgada línea que marcan los patinetes cerca de la sombra de los edificios para circular con más comodidad, sea o no por la acera. Caerá una plaga estas navidades, con o sin chalecos amarillos de protesta y normativas varias. Aprovechemos que aún no exigen el carnet.