Cuentos animados

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Editorial CCS
Colección “Materiales para educadores” nº 50
Madrid, 2001
Ilustradora: Francisca García Camacho
Págs. 208
Edad recomendada: A partir de 5 años

Cuentos animados. Relatos infantiles con actividades de animación a la lectura.

El libro ofrece una antología de veinte cuentos acompañados de abundantes propuestas recreativas y didácticas para trabajar en clase, en la biblioteca, en el taller de lectura o en casa. También se pretende que la lectura en grupo se disfrute de una manera activa, lúdica y participativa.

Puede considerarse, además de una recopilación de cuentos infantiles, como un sencillo manual de animación a la lectura, como un instrumento útil para que el educador lo ponga en práctica, atendiendo más a las orientaciones e ideas sugeridas que a verdaderas recetas de animación lectora.

Con fecha febrero de 2012, la Editorial CCS ha actualizado la portada del libro:

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COMIENZO DEL LIBRO

 

UNA LÁGRIMA MILLÓN

Maribel era una niña con el pelo tan rubio como el oro, y tan bonita que todas sus amigas la envidiaban por ello. Ella estaba orgullosa de su pelo; mamá lo cuidaba tan bien que lo hacía parecer más bello aún. En la noche se lo cepillaba hasta cansarse; cuando lo notaba sedoso y brillante se sentía satisfecha y la mandaba a la cama.

Mamá se encargaba también del vestido que cada día tenía que ponerse Maribel: los colores de su ropa eran vivos, así resaltaban mejor su dorado pelo y sus ojos verdes.

Era una niña muy aplicada en sus estudios; a pesar de que en casa le exigían buenas notas, nunca defraudaba a sus padres. Tenía cuantos juguetes podía desear.

En verano salía a la playa a divertirse, su delgado cuerpecito ya había aprendido a nadar, o sea que no necesitaba flotador ni artilugio alguno para adentrarse en el mar. Cuando el sol había bronceado lo suficiente su piel, el color que mostraba en las cercanas rocas de la costa le hacía parecer una pequeña sirena recién emergida de las aguas. Entonces sus papás le hacían multitud de fotografías que luego ella guardaba cuidadosamente en una caja. Tenía la costumbre de anotar la hora al dorso. Cuando le preguntaban el porqué de esta manía, ella respondía:

– Es que puedo olvidar la hora si no la escribo.

La familia se preguntaba para qué quería ella recordar la hora. Maribel podía haber hecho una división de fotografías entre las de la noche y las del día, así no habría necesidad de escribir nada, la misma fotografía le mostraba la claridad o la oscuridad iluminada. Pues no, anotaba las horas y los minutos y así se sentía satisfecha.

… … … … … … … … … … … … … … … … … … … … …

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