Una de las seis emociones básicas que aparece en los bebés en las primeras semanas de vida es el miedo, se instala en el ser humano desde los primeros momentos como miedo a la vida y no se separa de nosotros, incluso cuando se metamorfosea como miedo a la muerte, atravesando antes distintos estados o diversas fobias.
El miedo existe, miedo a la caída del niño, del anciano, del impedido; miedo a no conseguir el éxito del objetivo propuesto en la infancia o adolescencia, miedo juvenil a la autonomía; miedo no egoísta, maternal que desea cuidar a toda una familia, incluso a la familia extensa, es un miedo “generoso” por nuestros familiares, amigos, compañeros, conocidos y vecinos.
Existen miedos terrenales y supraterrenales como la agorafobia con sus espacios prohibidos, la amaxofobia de los vehículos, la nictofobia, de la noche y la oscuridad, temor al cruel destino, pero también la hidrofobia que modifica y fastidia una agradable ducha o un refrescante baño en el mar, o la cada vez más exagerada xenofobia que nos sitúa más que como personas miedosas, como animales crueles y aterrorizados.
El asombro es humano, pero el terror lo es aún más, no hace sino comparar la situación de una persona, sea conocida o desconocida con nosotros mismos, nos hace pensar que de algunas situaciones no nos libraremos por ley de vida. Empatía y comparación nos llevan a asombrarnos y a acostumbrarnos a esos miedos lejanos de todos los días que se asoman a los telediarios, las gentes mueren a veces muertas de miedo, pero siempre es por ahí lejos, parece que no va nunca con nosotros, con nuestra idiosincrasia.
En la sociedad civilizada, la misma que es causante de migraciones y desgracias, nos entretenemos con la noche de Halloween, que son miedos fabricados de mentirijilla, que nos hacen reír y temblar más de risa que de angustia, aunque algunos nos acordemos de las terroríficas noches de ánimas cuando eran protagonistas las historias que nos contaban los abuelos con luz de chimenea.
¿Celebrar Halloween o visitar el cementerio? Podemos elegir nuestros miedos, nuestras emociones y recordar que los que se van para allá ya no dan ni pueden sentir miedo. Dicen que es bueno sentir miedo en películas, en libros, son puros teatros miedosos y controlados con los que siempre hay opción de cerrar los ojos o cerrar las páginas.
Los pasajes del terror, los desfiles de zombis, las flores del camposanto, los dulces y todo un mundo gastronómico, los maquillajes que dan pánico, las calabazas vaciadas que tiemblan a la luz de la vela, las fiestas terroríficas importadas del mundo anglosajón…, todo ello son producto de nuestra imaginación, necesitamos dar una explicación de lo que nos rodea y no siempre comprendemos. Necesitamos entender y dar una respuesta. Feliz Halloween y felices fiestas de Todos los Santos.