La portada del libro se ilumina con las rosas del pintor Batista. Se ilumina un libro de su infancia en la dedicatoria, el Diccionario ideológico de la lengua española de Casares. Una licencia personal, me gustan los diccionarios, te atrapan en su mundo completo de palabras como una jaula libertaria en la que entras y te quedas en un tiempo inmedible y absorto para ser engullida por las palabras en su fuerza de papel. Ilumina la penumbra en la que el niño Fernando lee, consulta, agradece a su padre por poseer esa estupenda biblioteca que da conocimiento y alas como un jardín de rosas.
Bajo el título de El cuaderno iluminado se presentan y difuminan veintisiete poemas endecasílabos de catorce versos, sonetos de versos blancos, iluminados por un haz de vida, porque también el poeta Fernando José Carretero tomó esa prestancia de luz al escuchar a Leopoldo de Luis hablar del sentido luminoso de la existencia.
De la mano de su poesía, entremos al museo de la luz, al de los cuadros de paisajes amarillos, al museo arqueológico de Creta para mezclar el vino con el agua fresca en crátera. Entremos al museo de la mitología, al del amor enredado en las rosas del idilio romántico, inspirado en el fauvismo de Chagall.
Si en estos museos hay color se los debemos a las musas sicilianas que nos llevan a los bosques de espejos, “Hay en un bosque de laurel tan frío, / donde condensa la humedad diamantes, una fuente que el hálito de aura / torna temblor de espejo derramado.” Y el color y la luz se hacen presentes a través de gemas carmesíes, rosas púrpuras, oros cenitales, azul puro de mar, matiz de perla, metal iridiscente y cítaras celestes con estrellas.
La mitología nos cuenta sus historias en ríos portugueses como el Sado con mucho colorido, es el hombre transformado en río, es Acis con su sangre en las peñas y recodos del poema. Es Fernando José Carretero transformado en esta nueva obra fabulada y didáctica, no en vano hace sus guiños a Virgilio en los temas rurales otoñales y al mito del adivino ciego y transexual Tiresias.
El color y la mitología de los poemas de Carretero nos llevan a escenarios pictóricos diversos, al pintor neoclásico del siglo XIX, Jonh William Waterhouse, para advertirnos del peligro de la belleza en su cuadro Hilas y la ninfas, o al pintor del Treccento Simone Martini con su Anunciación, o al Renacimiento con sus grabados artísticos. Nos lleva a la Alhambra y a los dorados de Constantinopla, pero no sólo el poemario se hace interactivo y sensorial en los museos y piezas comentadas, también el autor nos remite a la música de los siglos XIX y XX con el compositor francés Gabriel Fauré. Experiencia artística, sensorial y culta la poesía de Fernando José Carretero de la que se llena el alma y la sensibilidad iluminando las horas de lectura. Bienvenidos a su galería de rosas.