La mascarilla nos oculta gran parte del rostro, más del que deseamos ver, o dejar ver. Si añadimos unas gafas de sol, propias del tiempo primaveral que medio disfrutamos, una gorra que llegue hasta las cejas, un vestuario poco común, somos desconocidos a todas luces, nunca mejor dicho, en periodo de toque de queda, lo de las luces.
El mundo de la percepción visual me parece que está relacionado con la psicología de la Gestalt. Nos hablan del todo y de las partes y de cómo nos adaptamos psicológicamente a la realidad que nos rodea. Lo que nos rodea a todos es un millón de mascarillas de colorines, formas y diseños diferentes que nos tapan la cara y dejan ver unos ojos apenas maquillados o entristecidos, tras lo difícil que resulta entender la realidad.
Pero aunque nos quedemos en la zona de distancia social, vemos que hay gran diferencia entre personas percibidas que conocemos y de las que nunca hemos visto su rostro completo por la pandemia.
Entre las que conocemos, tenemos un vago recuerdo de cómo eran sus labios, rostro, nariz, movimiento de barbilla al hablar, papada generosa fruto de cruel almohada o abundante comida. Nos podemos imaginar incluso sus labios pintados, colorete, barba, antigua luminosidad del rostro. Pero entre las personas que desconocemos hay que tirar de psicología.
La Gestalt nos habla de principios que vienen a cuento al hablar de mascarillas. Si la cara es el todo y es mucho más que la suma de sus partes, hay que investigar cuáles son las fuerzas de cohesión, proximidad, similitud, asimilación, igualdad, equilibrio, cierre, simetría, tensión, ritmo, asociación, etc.
De los principios de la percepción podemos hablar del principio de cierre, y de leyes que intervienen en lo que realmente vemos, como los dibujos imposibles y objetos ilusorios que nos hacen pensar que no siempre llevamos razón: ¿recuerdan el famoso dibujo de la mujer vieja o joven de Hill también llamada “Mi mujer y mi suegra”?
Con la mascarilla utilizamos el principio de cierre, imaginamos lo que está debajo de la misma, pero tendemos a ser optimistas, e imaginamos un cierre del rostro y un todo positivo. Sin embargo, aparece el todo cuando se quitan la mascarilla llevándonos bastantes sorpresas y decepciones. Los estímulos de la frente, los ojos, la voz nos ofrecen una cara diferente a nuestro pensamiento de lo que realmente tenemos delante. El todo armónico de la Gestalt no existe salvo en nuestras cabezas. Los rostros se vuelven menos agraciados que los habíamos imaginado, y lo mismo ocurrirá con nuestros rostros, a los ojos de las personas poco o mucho agraciadas.
El principio de cierre, o figura de la cara incompleta que se percibe como completa, nos trae falsas esperanzas y después, pasa lo que pasa. Habrá que esperar al tiempo de la no mascarilla para comprobar si lo que ahora intuimos en algunos rostros, después será cierto.