El primer viernes del mes de octubre se celebra el Día Mundial de la Sonrisa, agradable día si podemos sonreír a gusto sin convertir los labios en mueca. Los expertos dicen que al sonreír ganamos en salud, se fortalece nuestro sistema inmunitario, se fomentan emociones positivas y hasta nos hacemos más sociables. Nada como una sonrisa asociada a figuras y profesionales, la sonrisa de una enfermera, de un maestro, de un amigo, de una madre…
La sonrisa se le queda helada al presidente de la Diputación de mi provincia, cuando al escuchar el relato de una madre en presencia de su hijo, el niño pregunta si es verdad que son tan pobres, y él, que gestiona recursos para un centenar de pueblos de la mejor manera, no sabe qué hacer ni qué decir y pierde la sonrisa.
Dejamos de sonreír cuando a través del televisor vemos otros labios ya acostumbrados a hablar sin esbozar sonrisas, que nos informan de la muerte de centenares de inmigrantes en Italia, sin alcanzar su objetivo por el que pagan demasiado en metal y en sangre.
También los labios se curvan para bien al recibir las buenas noticias de que hay una gran cosecha de uva en la vendimia, lástima que se abuse de bajos precios y veamos nuestro vino tan caro en ciudades europeas y en los supermercados, así la sonrisa del viticultor a pesar de su esfuerzo se diluye. Y en llanto se convierte la buena nueva de que ahora el trabajo en el campo baja las cifras del paro, al enterarnos de que muere un joven trabajador en Tomelloso cayendo en una tolva.
Sonreímos en el Día Mundial de la Sonrisa cuando la cultura sonríe a pesar de los golpes que recibe. Celebramos sonriendo el centenario del nacimiento del arquitecto daimieleño Miguel Fisac que dejó tantas obras en su tierra, mientras se nos hiela la misma cuando vemos a los desheredados durmiendo en los cajeros de los bancos, otras construcciones. Y nos desaparece de golpe, si es que la hubiéramos apenas esbozado, cuando algunas normas y leyes nos dejan sin medicinas ni atención completa en los hospitales por la excusa inhumana del ahorro que hace que otro inmigrante, esta vez polaco y desnutrido, haya sido dado de alta de madrugada, suponemos para no ocupar una habitación cara.
Sonreímos por no llorar cuando una Casa de Cultura y un Centro de Mayores albergarán a fieles de Cózar en la misa. Bien por estos edificios y lástima de un pueblo sin una iglesia abierta por problemas de cubierta, hasta los más escépticos no sonríen, esperemos que ambas, la iglesia y la sonrisa, se recuperen por el bien de todos. El párroco agradece con sonrisa abierta la próxima rehabilitación con ayuda del Ayuntamiento, el Obispado y la Asociación “Tierras de Libertad”. También sonreímos o no al Papa si nos llama cristianos de pastelería en su revolución.
Y no queremos dejar de sonreír porque en este otoño se presentan libros, revistas, películas, congresos, recitales, colecciones de moda, proyectos, se empezará a construir la autovía de Toledo, las melenas serán de color platino, dejarán de fastidiar las alertas amarillas por lluvia, Casillas ha vuelto a ser Casillas, tendremos más empleo y todos al final sonreiremos.