Hablar de apellidos y de tópicos geográficos está de moda. Todo comenzó por la película de fama, “Ocho apellidos vascos”, que a través del humor y del amor, grandes valores que nunca debemos olvidar, nos muestra una comedia amorosa con líos comparativos y entresijos casuales, que hará de la historia una delicia ibérica autonómica sin igual y que rompe tensiones, sobre todo por los beneficios de la risa, para acallar otras rivalidades más radicales y violentas.
Ayer, en el trabajo, nos han ordenado y nombrado para votar por turno alfabético de apellidos, yo bromeaba con una compañera de aulas que ella era rusa y yo polaca, nos reíamos de nuestros apellidos tan comunes los García, los Fernández, los Gómez; sin poderlo evitar son los apellidos que nos definen, que hemos heredado y a mucha honra.
Recordé que precisamente un apellido vasco del que a veces tiro de él para identificarme, mi tercer apellido, representa una importante y mediana población a orillas del río Deva, en el límite de la provincia de Álava, aunque desde el siglo XIX pertenece a Guipúzcoa. Los apellidos relacionados con los lugares de origen nos llegan de la Edad Media, incluso antes, y andan ligados a los oficios, a las casas de los nobles y a los lugares. Mi lugar de origen vasco relacionado en esta ocasión con mi abuela paterna, se identifica con una villa señorial que después fue condado y primera Universidad del País Vasco en el siglo XVI. Está rodeada por valles, colinas y montañas, las he podido divisar al disfrutar de los contrastes, necesarios a veces, y siempre sugerentes que nos ofrece un país en cualquier viaje. Entre las numerosas curvas de aquél, recordé mi afición al flequillo muy corto, tópico vasco y del gracioso film de Emilio Martínez-Lázaro con guion de Borja Cobeaga y Diego San José.
Si el resto de apellidos castellanos representan otras orografías y montañas, mi apellido vasco, representa el verdor, la diferencia, al salirse de apellidos tan comunes que hace que en casa le tengamos cierto cariño familiar, no en vano una de mis hermanas se hace llamar así de vez en cuando junto a su nombre apocopado e hipocorístico.
Las palabras que nos representan, ya sean nombres o antroponímicos, nos definen para bien o para mal, nos halagan o nos hacen esconder los vocablos si no se pronuncian con normalidad o su significado no da honores. El apellido aún en un mundo global es un derecho que muchas personas desconocen en el mundo cambiante que obliga al éxodo y hace perder la identidad.
En plena polémica catalana surgen los “Ocho apellidos catalanes”, si seguimos así, cada año se podrán interpelar a distintas regiones, comarcas, ciudades y pueblos rivales. De momento, se ha estrenado la versión catalana que nos hará reír un rato antes de que los españoles de Cataluña tengan que esconder sus propios apellidos como las antiguas matrículas de coche, ¿recuerdan? Por cierto, es Oñate.