En verano las olas se repiten y se encuentran sobre todo en el mar, en ese mar que deseamos tener cerca como sinónimo de frescura y libertad en un año fatídico, se mire por donde se mire. En el mar, el agua se hace ola para divertirnos extrasensorialmente, las olas nos atrapan en los baños del sol y de la sal y en cualquier intento de navegación o acercamiento visual del horizonte o playa. Pero hay otras olas de calor que amenazan este verano que calienta los polos exageradamente y sube la temperatura del planeta tierra de forma extraordinaria.
Ya llaman quinta ola al movimiento repentino de la pandemia que no está por la labor de desaparecer por ahora, contrariamente, como así ocurre siempre con otras olas, las olas de frío que acostumbran a finalizar justo al mismo tiempo que otras olas repentinas de gripe. El mundo sufre olas y oleadas de temperaturas extremas, olas de todas clases, según su significado, de ahí que haya varias acepciones de la palabra ola como de su homóloga oleada.
Luego también está la ola divertida, la que se hace en reuniones con aglutinación de gente, algo que ahora por cierto está prohibido, ¿recuerdan, recordáis, las olas de estadios, teatros, paraninfos, plazas de toros, campos deportivos, etc., de cualquier evento? Eran olas unísonas de movimientos variados, con efectos graciosos en común, donde la gente era feliz y generosa en gestos y en vaivenes coloridos, cosa que hoy aún nos queda por imitar en esas repentinas apariciones jocosas de gente apiñada y divertida.
Ahora, la juventud en el mundo se sigue divirtiendo a su manera, los jóvenes siguen siendo transgresores en exceso, se les acusa de protagonizar olas de diversión, oleadas de juerga hasta la madrugada, hasta que la Policía ya no puede ni con ellos, ni por horas, ni por cantidad, ni por esfuerzo… Se les acusa de ser causantes del botellón, del contagio en pandemia por no estar vacunados, se asocia su diversión y ansias de ocio y una mal entendida libertad, con el sufrimiento de otras personas que enferman o no descansan. La ola juvenil, la mala ola, llega a ser quinta ola de la pandemia. Las leyes se burlan, están ambiguas, nada claras: lo mismo se retienen jóvenes en los hoteles que se permiten que se alojen los de otras nacionalidades, por aquello de que es oficial que interese el turismo cual ola de verano.
Los jóvenes y adolescentes comienzan a contagiarse, no por ser jóvenes sino por no estar vacunados, la ola les pilla a muchos sin síntomas graves, aunque grave puede ser el contagio a familiares y amigos. Sin embargo, esto no llega a entenderse, con 30-35 años se meten dentro de olas de gran incidencia como la presente ola juvenil, la ola joven del verano.
Luego están otras olas de incomprensión, de odio que también deberían tratarse y curar urgentemente por ser pandemias igualmente peligrosas.