En él domina el color rojo, el rojo oscuro unido a las sombras, también en las guardas, porque lo rojo de la sangre se enciende y se crean las sombras abismales, porque lo rojo de lo prohibido aparece en sus páginas y se expone a cada minuto en los dibujos, para mostrarnos una fila de cuerpos en exposición constante, así aparece la mujer a lo largo de la historia, mostrando las miserias humanas, de cómo el hombre degrada al hombre, se degrada a sí mismo, o mejor de cómo el hombre degrada a la mujer, lo quiera ella o no, sea voluntario o no, incluso eso ya da igual cuando se mercadea con los cuerpos humanos, en su mayoría femeninos, esclavos y se pierde la dignidad, la doble dignidad.
Sí, hablo de un libro, del libro de Amelia, publicado por la Editorial Serendipia patrocinado por el Instituto de las Mujeres del Ministerio de Igualdad, podría hacer -me pregunto- dicho ministerio algo más que sensibilizar con estas obras a lectores de uno y otro sexo, podría crear leyes paralelas para demostrar a los clientes que lo han sido de todas las Amelias y que ahora lo son de otras muchas mujeres, que no es posible ya vivir como bestias, que un buen libro como este es tan importante como lo queramos reconocer, pero que aún llegando a donde debe llegar como libro y como mensaje, será insuficiente porque el problema es profundo, tan profundo como el tema anclado de la prostitución.
Hace unos años se permitía que los periódicos alojaran, en sus anuncios por palabras, reclamos de prostitutas que no hacían sino demostrar que había empresas alegales viviendo de esa propaganda. Hoy eso se cuida, se protege a sus protagonistas, se pasa en realidad al color rojo de lo prohibido, al desnudo de la exposición, se defiende como falsa libertad sexual, se habla de abolicionismo, se cuenta que quizá este trabajo, ¿trabajo?, no es tan voluntario como el que más, ¿de verdad hay trabajos voluntarios?
Los autores Alicia Palmer Sánchez y Roberto García Peñuelas, sin perder un detalle del relato de la verdadera Amelia, Amelia Tiganus, que nos cuenta en recuadros color sepia su propia vida, en un gran despliegue de calidad y buen hacer, crean todos una gran obra utilizando puntos fuertes de expresión como los bocadillos y la viñeta del comic, aunque de cómico no tiene nada, se acerca más a lo trágico de una infancia violenta y de explotación sexual de una joven rumana, prostituta durante años, hoy activista de derechos humanos, residente en el País Vasco.
El libro, de gran tamaño como novela gráfica, pretende no pasar desapercibido en nuestras estanterías y bibliotecas, quiere dar una bofetada a la hipocresía del mercado del sexo donde todo se expone y se vende sin dignidad, donde muchas mujeres se despiertan a la mañana siguiente en prostíbulos sin luces de colores. La trata, la esclavitud y violencia sobre la mujer está servida.