Si fue la estrella del sol, con ayuda de Saturno, quien nos acompañó durante quince años en el viaje inicial de esta columna de prensa, el 17 de diciembre de 2002 hasta el pasado 22 de octubre, con sus tres eses ideadas y aseadas por un refrán, “al sol y a solas” relativo a los sábados, a iniciativa e invitación de la directora recién llegada al diario, Conchi Sánchez, ahora será astrológicamente el planeta Mercurio quien nos acoge, al pasar de publicar los sábados a los miércoles, a iniciativa e invitación renovada del actual director, Diego Murillo.
Recién llegados a Mercuralia, constatamos que no estamos tan lejos ni del sábado, ni del mismo sol que nos calienta a solas cada fin de semana, sabiendo que en un pispás laboral, llegamos del miércoles al sábado y que Mercurio es el planeta más pequeño y más cercano al sol. Además, si estamos en Mercuralia, celebraríamos la fiesta primaveral de mayo, de la agricultura del quince eme, de la abundancia y del comercio del cereal, muy representativo de la tierra, encabezado por ese antiguo dios romano de la abundancia y del éxito comercial, quién lo diría.
En Mercuralia se podrán escuchan variadas voces, aunque luego sea una, la vocecilla más débil, la que llega los miércoles, con voz potencial del centro de semana.
En Mercuralia, no hay república ni monarquía, ni siquiera independencia, no podría haberlas, al menos en estado puro, porque todos somos un poco dependientes de todos. Y nos atraen aún las historias de príncipes y princesas. También las humildes. A todos nos encantaría que nuestro país, nuestra casa, fueran gobernados por los mejores y más eficaces, como nos recuerda desde la historia Platón.
En Mercuralia, se puede hablar y dialogar sin miedo a nada, siempre que haya respeto por todos los que hablan y dialogan y ellos mismos respeten.
Recién llegados a Mercuralia reflexionaremos sobre el único metal líquido existente, sobre esas gotas de mercurio a las que podríamos llamar opiniones, o comentarios, o palabras de actualidad, o críticas literarias, o simplemente espacios que se dividen o agrandan para que el líquido mercurial se dilate o extienda, se propague, o se recoja en su ánimo, para continuar siendo una simple gota de mercurio o idea que transita por los espacios del diario, nos pide su tiempo de lectura y lo ofrece en tinta quincenalmente a los lectores.
En Mercuralia hablaremos un día, entre tantas cosas, sobre el mercurio que nos queda tan cerca (y tan lejos) de ese Museo del Mercurio de Almadén que hace historia y sobre esa toxicidad achacada al pescado y al marisco que alguna vez salta a la conducta de las personas y nos desarma. Bienvenidos a Mercuralia.