Ferias librescas

Soy asidua de la Feria del Libro de Madrid, más como lectora que como escritora, bueno a decir verdad, me he metido en varias ferias librescas en otros lugares siendo azafata, vendedora, autora y animadora para la lectura, pero en Madrid siempre he ido a disfrutar de ese Retiro de junio más caluroso que fresco, mezclado con páginas, portadas, marcapáginas, catálogos, y papel, papel, mucho papel, casi sagrado, a veces coloreado y perfumado, expuesto a la mirada de quien busca buenos renglones y mejores ilustraciones. Años atrás buscaba algunos de mis libros o pasaba de largo.

En los dos últimos años me sorprende la Feria, ya no es la misma. Si antes veíamos a Mario Benedetti y a Antonio Gala firmar con colas kilométricas, ahora es otro Mario, Mario Vaquerizo el más solicitado en las casetas. Para no interceptar el paseo y el paso, los vigilantes de seguridad colocan vallas, redirigen la línea de espera y advierten a los paseantes que no formen atascos. En la Feria del Libro de Madrid los escritores existen pero están más como espectadores y paseantes, a menudo hacen una reflexión que tiene que ver con los libros y las televisiones: Se preguntan quién escribe mejor, quién no tiene un negro que lo haga por él dándose un baño de famoseo capitalino. Me confesó un escritor famoso que le llamaron de Planeta para encargarle una obra con “negro” incorporado, irían ambos al cincuenta por ciento, qué tampoco es tanto, un cinco por ciento. Sincero y simpático el porcentaje y mi escritor famoso.

Yo viajaba, entre otros, con un joven y no nos quedó más remedio que ponernos a contar a los televisivos famosos que exponían sus trabajos, a veces sin haberlos escrito siquiera. Uno de mis editores me dijo que era grotesco el ambiente que había en la Feria. Los nostálgicos lo sabemos aunque no queramos reconocerlo y seguimos viniendo a visitarla porque, al menos para nosotros, la vida es libro.

Conforme discurría el paseo encontramos a presentadores como a la guapísima Mariló Montero, a la interesante Ana García Siñeriz y Christian Gálvez de Pasapalabra, a la simpática actriz de televisión Isabel Ordaz, que también es poeta y hay que valorarla, pero también humoristas, cantantes… Lo mejor es ficharlos, ofrecerles escribir una obra en equipo y que firmen con su mejor letra. Será un éxito.

En los pabellones, un calor excesivo, niños llorando que no aguantan la pequeña contada, aunque el cuentista se ayude de marionetas de guante o de pantallas de última generación. Conferencias sin público, pedigüeños varios en todas las posiciones y escenarios. Libros, libros, libros por doquier y algunos escritores firmando, muchas casetas y pocos libreros auténticos; un comercial cayó al suelo desvanecido, esperamos a que la ambulancia lo trasladara a urgencias. Vimos que esto se acaba o por lo menos se hará de otra forma. Gracias a que todavía hay padres y profes que inculcan la literatura y animan a la lectura de los pequeños. Puede que no todo esté perdido. Pero hay que convivir con las pantallas, el pabellón de las TIC el más solicitado. Diferente la Feria del Libro de este año.

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