Tengo una amiga poeta que le gusta dar besos sensoriales, si es que algún beso puede no ser sensorial, al sentir el contacto piel con piel en las mejillas o en los labios. Cuando la poeta utilizaba un lápiz de labios clásico, antes de la pandemia, por supuesto, nos dejaba la marca de su cariño en la cara, luego te limpiabas si el rojo de sus labios era demasiado llamativo, o te lo limpiaba ella misma riendo, con el pañuelo que llevaba a buen recaudo y, ¡listo!
Era divertido el contacto en el tiempo de no prohibiciones sociales, momento en el que los besos eran exagerados pero libres de dejar en la mejilla de cualquiera, sin problemas de contagio, sin codo aborrecible y usurpador de saludos superficiales.
Después, esa poeta entró en la moda de los labiales permanentes y exageraba aún más el beso divertido y de rigor, conociendo tu pavor en retirarte o en soltar la carcajada contigo.
Esos labiales se han vendido bastante en los últimos meses para ser utilizados bajo las mascarillas, no solo de las mascarillas transparentes utilizadas por una de mis compañeras en lenguaje de signos y otros lenguajes terapéuticos y socio-sanitarios, sino debajo de muchas de las mascarillas femeninas, aunque más se venderán de aquí en adelante al tener todos, a partir del próximo fin de semana, la venia para mostrar de nuevo nuestras bocas, sobre todo femeninas, más cercanas al color que siempre predomina en los veranos, el color de la sonrisa.
Sí es cierto que la pandemia cambió nuestra forma de maquillarnos, incluso nos llevó a la dejadez en el cuidado de uno de los órganos más importantes de nuestro cuerpo, puesto que ya no veíamos el efecto ojos-labios, y nos dejábamos llevar por la desidia al negarnos al maquillaje facial que antes usábamos. Si además, hemos abusado de trabajar con ordenadores y, los ojos, también sin maquillar han sufrido lo suyo, se puede decir que este verano habrá una explosión facial de color en el tocador de muchas mujeres, sean poetas o no, sean profesoras de lenguaje de signos o no, esto lo digo con sonrisa nostálgica y de compañerismo.
Se habrán dado cuenta de que las cejas sí que han cambiado recientemente, más anchas y pobladas, menos flequillos, sombras de ojos diseñadas con valentía, a juego con la línea de ojos marcada, para que la mirada destaque sobre el trozo de trapo y gomas tira-orejas que nos han obligado a usar durante un año. Sí hay que reconocer que algunos de esos trapos eran resultones, a juego con el traje. De todas formas, una experta me dice que es necesario también maquillar y proteger la nariz, las marcas que deja la mascarilla son importantes y hay que hidratar la zona.
Toda precaución es poca, la mascarilla sigue vigente en zonas cubiertas y los pintalabios se mezclarán con ellas para prohibir que digamos palabras con la alegría de los labios pintados.