Desde hace dos o tres décadas recuerdo celebrar lo femenino y lo feminista con gusto. Al principio más lo femenino y últimamente más lo feminista, de tal forma que este cambio ha estado motivado porque el tiempo de celebración sobre el hecho de ser mujer ha evolucionado bastante. Hay comentarios de todo tipo, seguro que los han escuchado sobre el Día de la Mujer, la Semana de la Mujer, y del ya llamado más extenso Mes de la Mujer en este nuestro siglo XXI. Se han celebrado actos que año a año se nos han quedado grabados en la memoria y en el alma, sobre todo porque la celebración ha dado mucho de sí a todos los niveles, es decir una temática muy merecida de reivindicar a lo largo de un mes como es el mítico mes de marzo.
Se me ha ocurrido pensar que al igual que el Día de la Mujer ha evolucionado en nuestro calendario y se ha empoderado por sí mismo, porque necesitaba más días, puede que no fuera suficiente con los minutos que le dábamos antes, cuando apenas unas pinceladas, unas pocas normas, un llevarse bien en pareja, un aguantar la mujer trabajar tanto en casa como fuera, era celebrar tener un trabajo que nos liberaba y nos engañaba para que siguiéramos sintiéndonos liberadas.
Recordé cuando de una manera galante, los hombres de la oficina donde trabajaba nos ofrecieron unas preciosas rosas a las compañeras, y cómo las chicas recibimos ese detalle como fruto de su galantería. Ahora no se aceptaría igual, le veríamos el intríngulis. Se presentaron así, dándonos flores, fue tan galán el acto, tan saludable que el detalle lo incluí en uno de mis antiguos relatos, y le puse un título relacionado con una rosa, título que ahora no recuerdo del todo, creo que era “Hay una rosa roja”.
Desde aquella simbólica rosa, mucho ha cambiado mis temáticas sobre la mujer a la hora de expresar la reivindicación de sus derechos en mis relatos y poemas, ha habido temas para todo, mujeres que son maltratadas y piden por favor que las dejen tranquilas, por amor; mujeres que quieren ser astronautas y dejar de fregar platos, negándose a barrer la luna, mujeres que quieren ser sacerdotisas, sin prestarse a repartir la comunión aquí o en la Amazonía, y últimamente niñas que escapan de tradiciones violentas como la ablación al descubrir que hay otros mundos diferentes, donde se casan jóvenes, pero también mujeres inmigrantes que cuidan de otras mujeres mayores, o mujeres concejalas que se divierten y ayudan a otras mujeres.
Decir que el patriarcado es tímido es decir que le ha interesado al patriarcado ser tímido y seguirá siendo tímido cuando la mujer siga siendo sufridora. Han notado que no hablo de violencia contra nosotras, hay violencia psicológica de cortinas para adentro que no conseguirá florecer en ningún tiesto machista porque ya se alimenta del aire que le conviene en marzo.
Flores, huevos fritos para hacer la gracia de tener huevos, risas picantes, chistes micromachistas, silencios, homenajes a mujeres trabajadoras o mayores o atrevidas o artistas, actos conviviendo con manadas, asesinatos, mujeres que deciden vivir libres, en paz, sociedad dividida y politizada, pidiendo leyes y menos sangre. Y timidez.