Un mal día el de ayer, uno más, reivindicando ayuda e investigación en su Día Mundial para erradicar una enfermedad que a todos nos cuesta pronunciar, pero que está ahí desorganizándolo todo. Me dicen que a una mujer de cada tres y a un hombre de cada dos, nos tocará padecerla. Cada vez se va acotando más la cifra, el cerco del miedo. Y aparecen lacitos de colores en mesas petitorias, lazos que se reparten por los días del calendario, ya casi no quedan días para los lazos de colores que podamos tornasolar, uno de mis lazos más dramáticamente recientes y punzantes lo busco hoy y no lo encuentro, entre la multitud de tonalidades que existen, tantas como órganos sensibles a su infecto.
Es el cáncer, cuesta nombrarlo, pero lo digo, para así intentar quitarle la careta con la que se nos muestra un mal día de diagnóstico, y en otros malos días. Es el mismo que se adorna con lazos, flores, esperanzas, palabras en vano, llevando aparejada siempre la condena, una condena de minutero de pocos años, meses, semanas…, un contra reloj, como tiempo que asusta cuando se lleva a gente joven, a personas que aparentemente tienen toda la salud y el tiempo para gastarla poco a poco, para ir madurando despacio. Pero así llega ella…, con una hoz que lo arrebata todo, segando hasta las ganas de vivir de los que rodean al enfermo. Bicho la llama un amigo escritor, porque a veces es necesario buscarle un sinónimo malvado, un vocablo asqueroso ya que nos hace sufrir en cada golpe o zarpazo del reptil venenoso que no respeta nada.
Una amiga ofrece su casa para facilitar los últimos momentos en ciudades extrañas. La misma Asociación contra esa lucha generalizada nos ofrece vivienda y nos apoya para que los familiares podamos estar algo más cómodos frente al egoísmo de una enfermedad que no solo te exige medicamentos, operaciones y cuidados del principal afectado, te pide también viajes intempestivos, información, reponer fuerzas y poder descansar, entretanto llega el peor desenlace que se adivina. Los amigos ofrecen cariño antes y después del holocausto, sí, también quiero llamarlo así, holocausto, palabra fuerte, porque mata a seres humanos. Es una gran matanza la que ocurre bajo el nombre del cáncer. Matanza que llega como una fatídica ruleta de la mala fortuna.
A un familiar hace años un doctor le dio una palmada en la espalda diciendo, has tenido mala suerte, muchacho. Lo que tenía estaba representado por un cáncer con el peor diagnóstico, le tocó uno de los peores lazos, de color violáceo.
Ahora más que el lazo que no acabo de adivinar su tono, y que no importa tanto, es un rap de un amigo el que me acompaña, con sus palabras jóvenes, sus mejores palabras. Pensé en publicarlo, con gusto lo hubiera cambiado por estas y otras palabras dichas, es difícil expresar sentimientos y el rap del amigo acertó de lleno para estos malos días. Gracias, brother.