Vicente de Toro y Almagro

Suenan ya los diálogos de los actores y los sonidos de la chanza y del teatro clásico en Almagro. A veces, ya muy entrados julio y el Festival, al meternos de lleno en las risas de una comedia o en la reflexión de un drama, el silencio se rompe para transportarnos de golpe a la realidad por medio de unos fuegos artificiales o una música de banda que rompen el ritmo de la noche, pero que representan a las fiestas más locales y localistas frente a lo internacional del otro Festival de festivales.

Los cohetes explotan en el cielo almagreño para decirles a los visitantes que por mucho que imaginen y se recreen están en Almagro y la ciudad también es fiesta local, de barrio, como el de La Magdalena que se hace presente y protagonista cada verano. Para que esas fiestas de barrio puedan celebrarse se necesita ayuda municipal y sobre todo vecinal; hace poco decía una alcaldesa que en tiempos de recortes si había que prescindir de algo sería en fiestas, una muy lógica afirmación si dejamos de contar con el capital humano que levanta las asociaciones y las fiestas con su tiempo de regalo e ilusión.

A Vicente de Toro le gustaban las fiestas, los pueblos, las tradiciones, los cohetes, las asociaciones vecinales, los clubs deportivos, la bicicleta, las viñas y el teatro, y sobre todo su pueblo, Almagro, hasta el momento de su fallecimiento, en esta semana, fue un enamorado de todo ello, y a Almagro se dio a conciencia hasta que las enfermedades y la dependencia hicieron acto de presencia.

Le gustaban las fiestas porque colaboraba con ellas desde pequeño, igual que desde niño entrara a formar parte del equipo de trabajo de una familia, los Barrera, dedicada a la pirotecnia, desgraciadamente castigada por la pólvora, él se dedicó también a la pólvora como le gustaba decir, especialista en juegos pirotécnicos, en el arte sonoro, visual y fumígeno que alegra los corazones de quienes han nacido en un lugar y anuncia o pone el broche final de la fiesta. Como pirotécnico, recorrió cientos de pueblos iluminando sus cielos, pero también sabía tener los pies en el suelo y trabajó las viñas con ímpetu y, por muchos pueblos visitados con ese turismo laboral sacrificado, no dejó de adentrarse en tradiciones de su localidad, San Antón, San Jorge… Sin grandes cargos de responsabilidad pero colaborando como el que más en las asociaciones festivas, Vicente era el encargado de repartir los carteles, con su bicicleta se recorría la ciudad hasta que se accidentó con fractura de cadera, Vicente fue durante al menos cuatro años el encargado de cuidar y proteger al emblemático guarrillo de San Antón de Almagro, sacándolo a pasear y administrando sus bellotas, esos buenos recuerdos se le venían entre sonrisas días antes de su final. Con aprecio agradeció la placa y la silla de ruedas regaladas por dos de sus entidades y asociaciones preferidas San Jorge y el Club de Futbol de Almagro.

Vicente de Toro fue de esos personajes, personas, que se dieron a los demás y que en sus últimos momentos de hospital deseaba poder estar en la Plaza Mayor, disfrutando de su gente y del mejor ambiente en las terrazas con el Teatro Clásico. Por él.

Un comentario sobre “Vicente de Toro y Almagro”

  1. Gracias Nieves por éstas palabras tan entrañables y emotivas, dedicadas a un Hombre entregado a ayudar, con alegría, a los demás.

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