La menor parece beligerante, con el dedo en alto, porque a veces para alcanzar la paz hay que ponerse un poco serio, o mucho, sobre todo si se ha conseguido el Nobel de la misma, ex aequo con alguien como el indio Kailash Satyarthi,presidente de la Marcha Global contra el trabajo infantil, capaz de salvar a miles de decenas de niños de las garras de la esclavitud y la explotación en la India.
Ella le escucha sentada, tranquila, ingenua, expectante, oyendo el mensaje sobre las injusticias que la sociedad permite que sufran los más pequeños, parece que respira sus palabras entrañables de ánimo.
Oslo y el mundo entero escuchan a ambos en este diciembre extraño, en el que se premia a personas que salvan a miles de menores de salvajadas, premios que no deberían existir por no existir tal delito. Que no se nos olvide que hablamos de niños, ya por salvar a miles de animales podrían ser premiados, pero no, son personas como nosotros, niños que no tienen la suficiente paz ni bienestar cuando llegan al mundo ni tampoco se les subsana esto en los primeros años. Que sea la última vez que se les haga daño, nos dice la niña. Pónganse la mano en el corazón y cierren los ojos para escuchar al niño interior, nos dice el mayor.
El mayor va vestido de colores claros, como manda la ocasión en su cultura, la menor destaca igualmente por el color rojo, ambos tienen mucha fuerza en la mirada, en el porte y sobre todo en la voz.
Malala apenas mira el papel que tiene debajo, de vez en cuando se coloca el dupata que le cubre el pelo y continúa con el gesto serio y comprometido, levanta la voz en Oslo con fuerza, no es que la escuchen en Noruega, sino en todo el mundo, a través de los medios de comunicación que ya comenzase a utilizar con tan sólo 11 años, cuando le avisaron de que no debía ir a la escuela para estudiar secundaria, y precisamente habla y defiende esa secundaria a la que no se les permite estudiar a las niñas en varios países. ¡Qué mal reparto de la educación en el mundo! Recordé a otros alumnos, más cercanos y me hubiera gustado que la escucharan. Porque unos se esfuerzan, arriesgando su propia vida como Malala por tener derecho a estudiar y porque los demás lo tengan, derecho que les será difícil o imposible conseguir por haber nacido niña. La señorita Yousafzai a punto estuvo de morir cuando en su minibús entró 13alguien, preguntó por su nombre y le pegó tres tiros delante de más niñas. Sin embargo, otros chicos y chicas, alumnos de nuestro país, aún les cuesta asistir y superar sus estudios legítimos.
El de la Paz es el único premio de los seis que no se da en Estocolmo, por expreso deseo del químico industrial Alfred Nobel, en vida aún estaban unidas Suecia y Noruega. Por ello el Comité noruego. Medalla de oro, diploma y 8 millones de coronas suecas para el menor y la mayor, unos 437.000 euros para cada uno, ya anuncian que los destinarán a los programas que defienden.
Ella 17 años, él 60. Y aunque hablamos de niños, hablamos de mitos. No es cuestión de edad. Es más cuestión de compromiso, lucha y futuro, se tenga la edad que tenga. La última vez que se dan estos premios.