Todos somos cromáticos. Todos somos aroma. Y sensibles al tacto, y memoria de sabores, y eco de antiguos sonidos… Todos somos producto de lo que vieron y percibieron nuestros sentidos en los primeros años. Somos lo que el ambiente ha hecho con nosotros tras preguntar a nuestros genes. Me refiero al recuerdo de nuestra adolescencia, nuestra primera vida asociada al mundo de los sentidos.
Los colores que atraviesan nuestra retina en la infancia nos definen a veces, el añil es uno de ellos si hablamos de La Mancha. El color añil nos tiñe de unas características propias de idiosincrasia, y si lo aplicamos a lo literario y pictórico es un color que va mucho más allá del puro cromatismo, porque una vez que se instala en el corazón a través del tiempo, ya es difícil que la sangre salga roja, será añil creativa y nostálgica, como es el caso de lo que le ha ocurrido a Francisco Rodríguez-Borlado Milla, varios años ha guardado el añil de la creación en su memoria y ahora nos lo hace llegar a sus conciudadanos en forma de libro.
Bienvenido el libro de Relatos de color añil, veinticinco historias y/o conjunto de versos, (que también ahí hace sus pinitos Paco), para demostrar a quienes le conocen que su corazón, ahora añil, no se fue del todo cuando cambió de casa y de comunidad; que si bien el norte de España lo recibió como se merecía en asuntos de prestigio y profesionalidad, por aquí, por su tierra, dejó mucha parte de ese corazón, y ahora ya tiene el corazón añilado, lleno de afecto y bombeando líquido nostálgico a veces en forma de humor, humor manchego y socarrón, o para simplemente narrar por puro gusto un episodio localizado en el tiempo, o para hablar de una gran comunidad con todos sus personajes actuando en su mejor papel, el de su vida, en el gran escenario que es Almagro como ciudad del teatro, o a veces para hacer un justo homenaje a los compañeros que le han tocado en vida y que adelantaron su partida de este mundo.
Agradecimiento azul en forma de libro a su población de nacimiento, Almagro. Luego vendrán otras obras, que más hay esperando en el cajón del escritor, puede que con otras temáticas, o con otros colores de la amplia gama de los tonos de la vida, pero de momento ahí está el añil para demostrar que era necesario expresar con la palabra toda esa gama de sentimientos hacia los demás, hacia el primer colectivo vecinal de sus primeros años de juventud vividos en su tierra.
Añilar, viejo verbo, como antiguo es el uso que nuestras madres daban a la ropa más blanca en la colada, será a partir de ahora, o podría ser, si queremos recordar y sentirnos partícipes de un lugar, aunque no estemos en él, añilar, ese tintar nuestros recuerdos y corazones con el añil querido de pertenencia a un lugar, aunque la vida nos lleve por otros rincones, ya que muy amplia es la gama de tonalidades de la geografía y de la existencia. Relatos en añil, con grandes sentimientos de Pabormi para todos.