A una veintena de alumnos de Educación Secundaria junto a ocho profesores de un instituto almanseño, el I.E.S. José Conde, les ha pillado la nieve encima, en la carretera, han formado parte del personal atrapado en Almansa por el último temporal de nieve y frío, les ha sido imposible trasladarse a unas decenas de kilómetros y han formado parte del millar de personas obligadas a pernoctar allí sin quererlo ni beberlo.
Los primeros, son alumnos de Bonete, población cercana, han visto harto imposible llegar hasta su casa tras las clases, ni en transporte escolar, ni en coches particulares… Los segundos, son profesores que no siempre, a juzgar por los cambios de destino de trabajo, pueden residir cada año en la misma localidad y deben decidir en pocas horas dónde van a vivir durante el curso, por cerca o lejos que esté su destino. A veces, de la noche a la mañana se deben incorporar para acudir a una sustitución. Puede que otros vivieran en el mismo pueblo. Muchas veces se teme ese destino por la niebla, las heladas o la nieve.
El profesor, se entiende que como cualquier trabajador, no es siempre trabajador las 24 horas del día, no es siempre profesor, también es padre o madre con hijos, con obligaciones, también es hijo con responsabilidades y con una vida privada que gestionar y conciliar al acabar su jornada.
La nieve, esa cosa blanca y fría, traicionera, sorpresiva, maleable, romántica y peligrosa a veces modifica la vida cotidiana. Y cuando lo hace en extremo, se ensalzan en los medios de comunicación a los bomberos, a los militares de la UME, a los agentes de la Guardia Civil, a los miembros de Protección Civil, a los voluntarios de Cruz Roja, a los alcaldes, incluso a los ministros que piden perdón por no hacer bien del todo su trabajo. Nada que objetar. ¿Qué haríamos sin ellos? No es chanza, de verdad que no, ellos son el personal que nos ayuda en una catástrofe climática o una calamidad intensa como la nieve que ha caído y cae en la zona Este de España. Sobre esto no hay duda.
Pero, sin embargo, de los profesores se habla menos cuando por motivos ajenos a su obligación y a su trabajo, se deben quedar voluntariamente o de forma indefinida con los alumnos y alumnas simplemente porque éstos son menores y no pueden hacer otra cosa que buscarles acomodo, comida y techo improvisado, como ayer hicieron los ocho profesores en Almansa. Por otro lado, sí deben soportar durante años críticas sobre sus vacaciones, muchas veces no pagadas en según qué comunidades, o sea en la comunidad de la que hablamos, o sobre decisiones académicas no asumidas, y aceptar que se no se les visualice como funcionarios y personal necesario en una sociedad que sólo reclama, reclama y reclama, pero que nunca agradece ni valora el trabajo de ningún colectivo, ni por su excelencia ni por su voluntariedad, ni por nada de nada. Con mantas, bocadillos y agua han pasado la noche en un aula. A las trece horas han avisado que estaban en casa.