Animalia y bromatología

De pequeños hemos visto cómo nuestros mayores utilizaban a los animales en la tracción animal en el campo y en la ciudad acarreando agua, piensos, cosechas. Los animales siempre han estado ahí tanto para ser utilizados en el trabajo, en la alimentación, en la agricultura, en la ciencia…

También clasificábamos a los animales desde los más pequeños, ameba, bacteria, mosquito, hasta los más grandes, un elefante o un gran dinosaurio. Enseguida vimos que unos nos servían para alimentarnos como los pollos, patos, gallinas y cerdos. Pronto se desarrollaron las industrias con ellos y vimos que hasta les cambió el pelaje, digo las plumas y el sabor. Algo no se hacía de forma natural con ellos cuando se les obligaba por aquello de la bromatología llevada al maltrato a producir más huevos, carne, o producto alimenticio para  el mercado. Y los pobres animalicos a veces han sido transportados en condiciones infrahumanas en pleno verano, cuando ningún humano de los que ahora se consideran animalistas se percató ni rechistó aunque su madre a los pocos días le pusiera uno de estos animales fritos o en conserva sobre la mesa.

Cuando éramos pequeños también vimos que algunos de esos animales nos los comíamos pero había otros que destinábamos a otros menesteres, eran las llamadas mascotas, que  entraron en las casas. Entró el hámster, que mira por donde es un animal tanto de compañía como de laboratorio, así lo define el DRAE, pero sobre todo perros, gatos, y pájaros son los animales más utilizados para ello.

Supongo que muchos deberían volver a las clasificaciones de animales para entender cuándo un animal se destina al comercio, a la compañía, a la alimentación o a todo lo que se le ocurra al hombre que los adiestra o sostiene, por supuesto dentro de unas normas de respeto a los seres vivos y sin olvidar la sociedad, la tradición, las costumbres, la idiosincrasia y la libertad del ser humano.

Ahora vendrán los unos y los otros, unos diciendo que por ejemplo un cerdito de San Antón no debe ser rifado en fiesta alguna, otros que como ser vivo se ha criado para beneficio del ser humano, esto es primero para la noble Hermandad que lo sostiene y después para quien tenga la suerte de que le toque en la lotería local. Entiendo el sufrimiento del espectáculo de los toros y no voy a ellos, entiendo el sufrimiento de los cerdos en la matanza y si puedo lo evito, pero no podemos ser tan hipócritas que después nos tiremos hambrientos y salivando a los chorizos ya sean caseros o industriales e intentemos perdonar y liberar al matarife, sea por nuestras mejores hambres. Claro que también tenemos la posibilidad de elegir el vegetarianismo.

Polémicas aparte, un cerdo de San Antón creemos que no sufre, anda bien cuidado y alimentado por los pueblos, por mi pueblo durante semanas, salvo cuando le llega su sanmartín como a todos y en cualquier matanza pierde la vida para alimentarnos como se suele decir, hasta los andares.

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