Espantadas y desbandadas

 

Han sido algunas espantadas y huidas repentinas por desacuerdo las que he visto y presenciado a lo largo de mi vida, en distintos foros y siempre me han parecido una acción de cobardía, de llamar la atención, de no respetar la opinión de los otros, posiblemente huidas de personas, pero si me permiten la comparación más huidas de animales heridos casi siempre en la soberbia y en el amor propio.

Los que se espantan desisten súbitamente de hacer algo, o participar en algún asunto, o de terminarlo, o de dejar que otro lo termine, donde se espera que se haga en grupo o en equipo de la mejor de las maneras y si no es así, se haga con el consiguiente consenso.  No se hace por miedo como animal herido, sino por el orgullo de no seguir respetando las normas que juntos han elaborado, antes de que llegue cualquiera de sus espantadas.

Por supuesto que hablo de los políticos quienes son los que más practican estas desbandadas, otro más de sus privilegios, aunque a veces las veamos en otros ambientes familiares y laborales, pero no es lo más corriente.

Reflexiono si cualquier trabajador del sector que sea se puede permitir hacer las espantadas por desacuerdo in situ con sus compañeros de trabajo. No me imagino al carpintero a quien corrigen en la fabricación de un sofá haciendo desbandada, debe aguantar lo que le echen. No me imagino al agricultor al que no le pagan sus cosechas al precio que se debe haciendo desbandadas, ni al maestro cuando le quitan el sueldo del verano o le visita la inspección, ni al autónomo que no puede llegar a pagar los impuestos, ni al ama de casa cuando se le pega la comida por su error y poco tiempo, ni al camionero al que le ponen una multa te lo imaginas abandonando la carretera o autovía…

Sin embargo, los políticos si tienen la osadía de levantarse de una mesa de reunión y dar portazo a cualquier conversación cuando sólo ha sido eso, una conversación lo que les ha espantado de sus cómodos sillones, donde se aposentan gracias al voto de los ciudadanos y pienso que nunca, nunca deberían levantarse, estando obligados a hablar y a consensuar leyes y disposiciones de la mejor forma y condición. No son trabajadores especiales que se puedan permitir esos lujos, o no deberían serlo sólo por estar en sus plenos y foros democráticos a veces grabados públicamente en televisión para todos los habitantes de una ciudad, provincia o país.

No deberían huir ni desparramarse, ni apartarse de los que se consideran compañeros de trabajo aunque se lleven a matar con ellos. No deberían apartarse de su compañía hasta dejar el tajo solucionado, y si no trabajan que les pase al menos como a cualquier currito que si no rinde o trabaja lo suficiente, no cobra. No deberían desertar de lo que son sus obligaciones, porque debatir es grupo es lo que tiene y les pagan por ello. Menos desbandadas y mejores gestos con los ciudadanos.

 

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