Tras el estado de alarma, en el que nos hemos alarmado por lo que nos decían y nos asustaba en este año también maldito de 2021, utilizando la prevención y los sustos, por aquello de que es gratis el miedo, parece que toca cambiar algo la sensibilidad, sea por la primavera, porque luce el sol de vez en cuando, porque necesitamos vivir con urgencia si queremos avanzar en el ciclo vital, o porque estamos cansados del aguante y encierro.
Pero eso no quita que, porque unos humanos ilusos, malos gestores, hayan quitado una fecha que nos daba miedo, sujetaba conciencias, repartía reflexiones y lanzaba prohibiciones, ahora surjan otras fechas locas, creadas por mentes desordenadas, casi apocalípticas, para que sin mejoría y sin apenas cambios, de forma drástica, quieran volver a la normalidad. Es llamativo que, de golpe, algunas personas irresponsables salgan del abatimiento, si es que alguna vez en él estuvieron, y les lleve a amontonarse como si fueran bestias enjauladas que quieran salir a correr a toda costa, ya fuera mejor en la fabricación de vacunas y en otras investigaciones urgentes que hagan que el género humano, cada vez a juzgar por sus actos, menos humano, nos recuerde que tenemos un futuro que dejar a los niños que ahora nacen, y que deben vivir sanos en esta tierra enferma y heredada.
Hay decaimiento general, pero no solo de una fecha que nos llevó a la alarma y a gestionar nuestras vidas con restricciones, hay decaimiento en las personas como enfermedad con cansancio y debilidad del cuerpo que habitamos. Podría ser que esos síntomas se vayan en una noche de locura y festejo, pero lo normal es que tras esa noche vengan otras de sufrimiento y llanto. Los médicos dicen que el decaimiento se cura con buena alimentación, higiene de sueño y agua, mucha agua. De momento, hay aplanamiento de las cantidades de contagio y fallecidos, aunque también sube la preocupación de los sanitarios por volver a jornadas pasadas, aunque estemos en una bajada ilusionante de olas planas.
Pero hay decaimiento, (intentamos entender a los del botellón y la juerga semanal o constante), cuando debería haber alegría por vivir, incluso en esta época nefasta, y tras la conducta sin cabeza de los que no quieren evitar la fiesta de las nocheviejas en mayo, de un tiempo antiguo que haga enterrar el sacrificio, el aguante, el encierro, nunca la
responsabilidad, ni las salidas, porque hay que seguir con distancia social y un buen rollo responsable.
Pero hay amontonamiento de cabezas vacías, donde jóvenes y mayores se atiborran del placer inmediato, hombres de muchedumbre, de la concurrencia que disfruta el apiñamiento, el apilamiento y el conglomerado social.
Habrá que aflojar las ganas de marcha, caducar las ganas de salir, hacer un caimiento de desesperanza e insolidaridad, buscar la debilidad del contagio para darle su merecido, bajar las visitas de hospital, no apelotonar los síntomas y curar, curar para salir de una vez de esta.