Conozco a varias personas que han nacido en estas fechas, en los días señalados de Todos los Santos, y en el día de difuntos. Personas que quizá, al poder elegir, lo hubieran hecho, sin pensarlo dos veces, en otras fechas primaverales llenas de luz, la luz que se nos va en cada tarde con el cambio de horario o a lo largo de la vida. Muchos de los nacidos en noviembre ya se han acostumbrado a que el día de su cumpleaños esté cerca del significado de muerte que a todos nos trae este mes de noviembre que empieza a lo bestia, con alaridos y monstruos manchados de sangre de mentira, con tela de araña pegajosa llegada a los balcones, pegándose a los rostros, en una fiesta de Halloween de locura comercial, cuando menos.
Son días que ya pillaron al verdadero carnaval de la Cuaresma, al menos en beneficios, y las tiendas se frotan las manos. Llegado este primer carnaval de invierno, alentado en escuelas y colegios para cualquier edad, donde sorprende que no haya psicólogos o enfermeros para hablar de la enfermedad y muerte real, pero sí unos inmensos pasillos para ser decorados en el terror y el miedo. Si la inteligencia emocional funciona, habrá que hacerles pensar a los niños y jóvenes un poco sobre la muerte verdadera, la que puede llegar en cualquier momento y dejarnos realmente tocados, para que entiendan que cuando la muerte no sea juego o diversión, ni usurpe las verdaderas parcelas de la infancia, será otra cosa y todos entenderemos juntos su poder e influjo.
Pero puedo estar equivocada, y deberíamos entender lo monstruoso junto a lo divertido, deberíamos mezclar emociones a lo bestia como se hace en Halloween, por ejemplo la risa con el miedo, la tristeza con la sorpresa, la vergüenza con el terror, el miedo real con el miedo lúdico…
No nos hemos enterado que es una fiesta más cercana de lo que nos creemos, para nada es extranjera, aunque parezca que viene a usurpar los momentos íntimos de las antiguas noches de ánimas, donde seguro que las almas perdidas eran fantasmas y fallecidos cercanos que se sentían cómodos, alrededor de las velas y mariposas de aceite iluminando las noches sin luz de nuestros puebloscastellanos. Posiblemente los verdaderos fantasmas, no los de almacén, no los de mentira y risotada, se rían de verdad con estos aquelarres de maquillaje, loco vestuario y fiestas donde hasta los bebés son calabacitas miedosas que ahuyentan los malos espíritus. Vivos y muertos, todos en el mismo festín, sin saber lo que se nos avecina a cada instante.
Dicen que la fiesta de Halloween de americana no tiene nada, que su origen lo tiene más bien en Reino Unido o incluso en los mundos celtas de España. Y parece que aunque la llamemos todos los años nueva, lleva más de cien años dividiendo a fantasmas y ánimas a partes iguales, sin dejar indiferente a nadie. ¿Quién dijo miedo?