El porcentaje de Izan

Si hablamos de calamidades, inundaciones, agua loca, pantanosa y desenfrenada, introducida en casas, aldeas y ciudades, es como si habláramos de algo que ocurre a veces, sobre todo en países lejanos, donde los cauces están sucios y la gente está tan desesperada por conseguir un techo, aunque humilde, que se construyen chozas en cualquier parte, se ponen ladrillos donde duerme la miseria, y donde todavía se guarda la promesa de volver a despertar a la fiera de la desgracia. Esto es, donde los ríos aún tienen memoria de por dónde discurrir como si fuera su casa.

Pero, tras las lamentables pérdidas humanas de días pasados, (al menos tres fallecidos y tres desaparecidos, tanto en la comunidad madrileña como en la castellano-manchega), donde el agua ha caído a destajo por donde le ha dado la gana, y nos restriega que le imploremos en la sequía, como si fuera una diosa de la necesidad, se me ocurre hablar de realidad y fantasía.

Realmente las inundaciones no siempre están tan lejos de nuestras casas, no siempre inundan un lugar con apellido exótico, ni se solucionan sacando una barca hinchable, o una graciosa piragua recién guardada con utensilios de la playa. Están más cerca de lo que nos creemos. Recuerdo a un familiar desesperado achicando agua varias veces, a lo largo de su vida, por temas de alcantarillado no bien instalado en su barrio, una y otra vez.

Quizá fue eso lo que me llevó un día a escribir una historia dramática sobre el agua, una historia que llevara su porcentaje de verdad y su porcentaje de ficción, ambientada esta vez en la literatura infantil. Y así lo hice hace años, está publicada en Ecuador.

Pese al dramatismo del temporal sufrido esta semana, debo decir que la realidad supera a la ficción, que mi protagonista, mi niño “Tarzán”,  es un calco premonitorio de Izan. Izan o Ethan es el niño parapetado esta semana en un árbol durante toda una noche en Aldea del Fresno, después que su coche cayera al río Alberche. Izan es el niño salvado por Eduardo Cañadas, guarda forestal de la zona. Es el niño que por el significado de su nombre “es aquel que permanece firme”, es “el de la larga vida”. Si nos fijamos en la Biblia es “el que tiene constancia”. Su nombre puede tener origen también en el verbo vasco que nos habla de “ser”, de “permanecer”. Y hasta ocho horas permaneció agarrado a las ramas del árbol.

Me pregunto, ¿cuál es el porcentaje de realidad en la historia de Izan? Desconozco más detalles. ¿Y cuál es el porcentaje de Tarzán en una situación tan parecida? Ambos niños están encaramados a un árbol, así lo describo en mi libro ¡Tarzán, socorro!“ Esperemos que, como en el cuento, Izan se recupere, pueda estar con su familia al completo y nos acordemos de su popularidad y valentía, cuando llueva, con esa valentía extrema que sólo se da en los increíbles cuentos infantiles.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *