Los poetas van llegando con ganas de ponerse cara y voz, versos a la espera. Toman un café. Los que ya se conocen de antes se abrazan efusivamente. Los que no tenían ese placer, de manera cordial y cercana, también se atreven a darse un abrazo de bienvenida.
Han llegado a este II Domingo Poético de la Casa de Córdoba en Madrid no solo a leer sus poemas, sino a conocerse, a compartir vivencias y emociones, a contarse sus dificultades y sus publicaciones, a constatar que la poesía no solo está en sus palabras sino en todo aquello que les sensibiliza y les llama la atención. Hablarán de temas sociales, de romanticismo, de amor y desamor, de silencios y estrellas, de sonidos del agua del río y del viento, del mar y la sierra, de soledades, de distancias, de ausencias, de descubrimientos, de asombro, de creatividad, de búsqueda, de encuentros, en definitiva.
Vienen desde toda España, del Mediterráneo, Alicante, Valencia, Barcelona, de tierras manchegas y quijotescas, Toledo, Ciudad Real, Albacete, de la castellana Segovia, del sur y del norte, Jaén y Asturias, e incluso hay algún poeta afincado en España procedente de Rumanía. Y todos reunidos en torno a una sede cordobesa que abre sus puertas generosamente a espíritus y almas sensibles, a personas que tienen necesidad de escribir, a la cultura, tan escasa y poco favorecida en este territorio de charanga y pandereta. Aquí están del grupo poético Guadiana, hay poetas informáticos, profesores, teatreros, oficinistas, abogados, periodistas, teólogos,… cotidianeidad y variedad de una sociedad que no podría vivir sin poesía. Y no puede faltar la música, las canciones de Sergio Torres, Paradoxus Luporum, acompañado de Sara Sámara que recitan poesía con las notas vivas y vividas.
Sin muchos preámbulos, comienzan las lecturas, los versos empiezan a tomar el aire, se respira poesía y las voces adquieren el matiz y el color necesarios para convertirse en sinestesias, para que las metáforas sean tangibles y las palabras cobren vida en poetas que se desprenden de esos sentimientos para ofrecernos su mejor literatura.
La poesía contagia. No es necesario hablar de ella para sentir que está en cada uno, en sus corazones, que palpita, que renueva, que existe aunque esté callada, que vive cuando se la pronuncia. Hay realidad y hay fantasía. Sobre todo hay libertad, autores y poetas que no dejan de conmoverse, que necesitan la palabra exacta, la palabra olvidada, la palabra escondida.
Serán breves, sabiendo que son 48 poetas y todos necesitan su espacio y su tiempo, su momento, su voz, el vehículo para crear grupo sin dejar de ser ellos mismos. Crean, sienten, ríen, admiran, observan, escuchan, y cuando un poeta con dificultades de visión les dice cerrad los ojos y sentid la poesía en vuestras venas, en la sangre, en el corazón, alcanzan la comunión entre la palabra y la persona.
Después seguirán cada uno con sus conclusiones, con sus imágenes ya grabadas para siempre en su retina, con sus reflexiones y sus sentimientos convertidos, estoy seguro, en buena poesía.
(Fuente: Alberto Morate, Facebook)