Quiero empezar por el final, no por la ida sino por la vuelta, por los versos finales del libro de un poeta muy nuevo que lleva guardando la sorpresa de sus versos durante los últimos treinta años. Es mucho más que un poeta a decir de los que le hemos tratado en actos culturales, paralelos o no, en los múltiples aspectos de su vida. Los versos dicen: “Y el tiempo trajo el aire / Y la respiración alzó la vida”. Y el viento, la vida y el tiempo, temas centrales del poemario de González-Calero nos han traído sus profundos poemas sobre la existencia. Algo así como la vida misma que respira y necesita reciclarse y se recicla, y todo eso es posible al llegar la jubilación de un creador de cultura nato, ¡pero qué escondida tenía la poesía! ¿Cómo pudo aguantar la tentación creadora y difusora de su propia creación durante tanto tiempo? Sobre todo creando revistas y editoriales, trabajando en varios puestos relacionados con la cultura, bibliotecas y medios de comunicación como buen periodista, como buen gestor-bibliotecario, escribiendo en otros géneros, difundiendo a otros poetas, editando poesía…, definitivamente sorprendente para todos.
Alfonso, el poeta, en estos días en los que muestra sus versos maduros y madurados es algo así como el cazador cazado, el editor editado o el reseñador reseñado. Pero sorprende para bien y es justo que en la actividad tan particular de esos 300 boletines que él prepara puntualmente y nos envía bajo el título de Libros y nombres de Castilla-La Mancha, boletines muy completos sobre todo lo publicado en la Comunidad de CLM, es justo que ahora sus poemas sean comentados y publicitados en sus propios Boletines publicados por la Universidad de CLM.
Creemos que su contacto con los libros y el mundo de la cultura ha hecho que la noticia de la publicación de su primer libro de poemas sea sorprendente, no ya porque Alfonso sea algo así como una institución o una biblioteca andante, un hombre del Renacimiento, sino por su valentía creadora y silenciosa.
Siempre estuvo de vuelta de tantas cosas que no nos sorprende del todo porque su trabajo siempre fue excepcional. Una vez leído el libro nadie diría que los poemas han recorrido de verdad una treintena de años, que haya tardado tanto en encontrar las citas de los poetas incluidos, en colocar fechas, lugares, siempre el Alfonso tan amante y generoso con las efemérides en redes sociales; tampoco nos sorprende esos puntos y comas caprichosos, ese Cuaderno rosa, ese Cuaderno blanco y esas estaciones que claman el paso del tiempo. Treinta años de recuerdos hechos poesía y existencia.
Quiero acabar con unos versos del principio del libro, saltándome las palabras a modo de prólogo de José Corredor-Mateos, al decir que el libro es un diario de sensaciones, saltándome también la preciosa dedicatoria a Oliva, como “luz y viento”, todo ello para llegar a la ida y a la vuelta, al principio y al final: “Húmeda como el fuego, / constante como el canto de los grillos, / se extiende, como mancha de aceite, / por el espacio desvencijado de mi alma.” Su alma de poeta.