El año acaba y las historias reales o ficticias se nos quedan en el recuerdo, grabadas en la memoria como líneas de un libro, de los libros escritos y publicados tanto por escritores consagrados como por escritores más jóvenes y prometedores. Es el caso de los nuevos novelistas Esther Ginés y Ángel Luis Moraga, cuyas obras se han presentado en los últimos días del viejo año. Van con toda su ilusión repartiendo su obra, ofreciéndola a un público que ha de leerla y comprarla, y lo hacen de una manera fresca y jovial como son ellos, aunque para ello no olvidan ayudar y ayudarse de otros escritores más maduros de los que escuchan su opinión y su experiencia. Eso les convierte ya de lleno en escritores expertos que alcanzan a su vez cierta madurez y mejor experiencia.
Esther Ginés presentó su novela El sol de Argel en la última quincena del año para que la leamos ahora o con el nuevo año, este 2013 que nos sugiere como todos, grandes y buenos propósitos como es el hábito de la lectura. Es una novela, la suya, misteriosa, protagonizada por unos jóvenes hermanos gemelos con cruces de personalidad y búsqueda de identidades. No habrá que fiarse de las apariencias con esta intrigante historia ambientada en el centro de Madrid, relatada por esta joven periodista, historia asociada a un viejo edificio relacionado con la sanidad. Y sí habrá que compararla un poco con El extranjero de Albert Camus, fíjense, otra vieja novela que fuera publicada en 1942 y que ahora reaparece en nuestras vidas interactuando en una nueva obra para recordarnos aquella vieja e inolvidable lectura.
Ángel Luis Moraga acaba de presentar su primera obra para niños, El niño del desierto, aunque ya nos había entregado sus dos novelas anteriores relacionadas con los campamentos saharauis, y es que, tras su paso por el Sáhara, tendrá la obligación de contar sus sentimientos, experiencias y ofrecerlas a sus gentes, a los que no fueron allí, y lo hace poniéndonos a un niño como protagonista en su viaje hacia España, un niño diferente que se olvidará de las altas temperaturas del desierto, mientras se baña en la piscina o en el mar, o se toma un helado. Pero hay mucho más en ese trasfondo infantil, por ahí reaparecen viejas historias de nómadas, refugiados, injusticias, abandonos y qué sé yo más.
Ángel Luis y Esther probablemente no se conocen, la vida, pese a ser originarios de una misma tierra, les lleva a un mismo destino, a plasmar en papel o en pantalla sus sueños e ilusiones, quizá a una misma editorial o librería. Lo que sí es cierto es que compartirán las mismas estanterías a la vez que un mismo tiempo, un tiempo nuevo, una búsqueda de su propia geografía en estos escritos recién presentados que se ayudan de viejos elementos para, junto con el año nuevo y su propia juventud, hacerlos nuevos. El sol de Argel y el sol del niño del desierto es el mismo y ellos lo han descrito y encontrado.