No dejamos de escuchar malas noticias sobre las pensiones que se verán mermadas o que dejaremos de percibir ahora o dentro de unos años, o recursos que se pierden por el camino, recursos que si antes no llegaban a repartirse para todos, ahora siguen siendo insuficientes. Como siempre, los más necesitados son los perjudicados, y como se atienden de puertas hacia dentro pues no se les puede ver protestando, manifestándose cerca de los lugares oficiales, aunque algún intento han hecho ya para conseguir mejores medidas, acompañando a sus propios cuidadores. Hace unos días visité un centro para personas con discapacidad con atención a decenas de usuarios en horario diurno y comedor, la discapacidad intelectual era gravemente afectada, los profesionales les atendían con optimismo y buen hacer, y el centro en cuestión afortunadamente estaba dotado de buenas instalaciones y mejores materiales, posiblemente algo les faltaría y algo habría que reponer en materiales deteriorados por el uso, pero se podría decir que el centro vivía de las rentas de cuando se supone se podía gastar en recursos sociales.
La directora, psicopedagoga, con toda su experiencia y alegría nos mostró las dependencias, presentándonos al personal y usuarios, y lo hizo muy eficazmente con ganas de dar a conocer su experiencia, experiencia que para ella se había convertido en su modo de vida profesional.
Hay muy buenos profesionales, como en todos los campos laborales hay incertidumbre y miedo pero esos grandes profesionales anónimos están ahí defendiendo el fuerte para que a los discapacitados no les falte de nada; ahí están los educadores para que los niños de primaria no anden desnutridos por los pupitres en distintas regiones, o para que los mayores de nuestras residencias y personas con discapacidad de los centros ocupacionales, estos menos afectados con sus monitores al frente, tengan también alguien que les defienda cuando los gobernantes no han podido solucionar estos convenios públicos con gestión privada que suena a chiste y recorte laboral, pues no hay quien entienda cómo puede haber trabajadores que no sólo tienen bastante con cuidar a estos colectivos tan vulnerables y delicados que les supone trabajar a ellos en turnos nocturnos y festivos hasta quemarse y estresarse profesionalmente, sino que encima han de preocuparse preguntándose por unas nóminas inexistentes que no llegan al final de un mes o de otro mes o de otro, y claro con la que está cayendo de no caer trabajo alguno, ¿quién se atreve a dejar un puesto de trabajo? Es preferible estar en un limbo ilegal que signifique esfuerzo y dedicación plena. Los centros están asfixiados y los lamentos de usuarios y trabajadores se oyen por doquier.
Mientras los demás seguimos a lo nuestro, cruzando los dedos para no perder nuestras nóminas, en espera que no sean siempre los de abajo los que sufren los recortes y es que sigue habiendo despilfarro por todos lados. Quien osa bajar un sueldo o una pensión no intenta bajar para el pueblo los millones de euros de las capas altas aunque sólo sea para aminorar el hambre y la sed de alimentos y justicia de los desheredados.