Llamada

Aunque los banqueros nos dicen que a España llega dinero por todas partes, la realidad es que hay mucha necesidad en familias pobres, personas desempleadas y en algunas capas sociales. Una vez gastado y criticado el despilfarro de años anteriores, ahora tenemos la oportunidad de controlar el gasto y nadie se contenta con los nuevos repartos de los nuevos presupuestos europeos, nacionales, regionales o locales que van apareciendo.

Si antes nos arropaba un poco papá estado y nos mimaba mamá autonomía, ahora como mucho, ¡gran pena y penuria!, nos queda la tele pública que se hace solidaria en cada llamada vespertina de ayuda no oficial, con un nuevo programa que remueve conciencias en cada caso, auspiciado por una presentadora dicharachera, salerosamente andaluza y amiga de la alegría y de lo solidario.

Toñi nos grita por las tardes despertándonos, como antes nos dormían las telenovelas sudamericanas. No le importa hablar de su propia vida, si con ello saca una sonrisa a la pobre persona que tiene en el monitor esperando la ayuda. Es directa, ocurrente, curiosa, llora si hay que llorar y llega al corazón de la gente, de la gente pobre y necesitada que aún teniendo poco lo comparte y regala.

Las gentes se afanan por entrar en directo, por colaborar respondiendo a la eterna pregunta que hace levantar al publico de sus sillas en el plató, y aplaudir y gritar hasta extenuarse pero poco a poco, a medida que pasa la hora del café, se consigue el objetivo, se van juntando los euros necesarios para que las llamadas de necesidad se detengan por ese día, aunque al día siguiente se vuelvan a realizar otras peticiones desesperadas.

Clama al cielo que otras personas, políticos y gestores elegidos o no, encumbrados en lo más alto, manejando millones de euros no se sientan aludidos a estas llamadas de auxilio lacerante que Toñi nos prepara por las tardes.

Cuando gritan ¡llamada!, ante su insistente frase de “¿qué tengo?” se encienden todas las puertas de las emociones más humanas y positivas, al tiempo que a todos nos hace pensar en la difícil situación de los parados sin comida ni ropa, de discapacitados sin accesibilidad ni futuro posible, llámese terapias, movilidad, medios de formación…

Sorprende que en este primer cuarto del siglo XXI, cuando todo esto debiera estar más que superado, en todos los mundos, pero sobre todo en los más desarrollados, nos lleva a pensar que Camilo José Cela y otros autores de épocas pasadas injustas, insolidarias, con un mal reparto de la riqueza y de necesidades no resueltas, España con programas como éste se retrotraiga cincuenta o sesenta años atrás, y los gobiernos dejan que nos entretengamos con estos espacios televisivos que son como migajas de reparto, guardándose muchos de ellos el gran pastel de presupuesto de partidos políticos y sindicatos.

¿Qué tengo?, ¡llamada!, muchos callan, la respuesta la dan sólo algunas personas, pues otras están sordas, aunque Toñi levante la voz para desperezarles ante tanta necesidad y angustia por la pérdida de derechos en este reality show de miserias televisivas y mundanas.

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