Ayuntamientos emocionales

Somos humanos, las emociones nos pueden, también en el momento de formar gobierno municipal, muchos ejemplos hay en los medios de comunicación. Aunque se intenten contener, y no todos lo hacen, llega el momento de expresar las emociones en el lugar donde los plenos han sido y serán historia, esto es en el salón de plenos de cada ayuntamiento para hacer efectivos los cambios con motivo de las elecciones municipales.

Llegan los nervios por haber ganado, o por haber perdido, o por haber pactado. A nuestros gestores les llega la alegría por haber dialogado, o por haber hecho una buena propuesta en el mejor momento. Pero también les llega la rabia y la soberbia por una insignificancia de votos que tal vez les hubiera cambiado la vida. Unos se mostrarán satisfechos con los resultados, no diré de las urnas, sino de su propia situación personal tras el recuento.  Unos volverán a su antiguo trabajo quizá con menos privilegios, otros se mostrarán tristes por alguna traición o por no poder ejercer el poder con el papel social que ello conlleva y la nostalgia, incluso llorarán de emoción de la buena o de la mala, y las lágrimas serán lo que expresen su rostro más humano. Y es que pese a las malas lenguas de que todos ellos tienen la mala fama, de no acatar las leyes aunque las dictaminen, debe haber, hay, estoy segura, personas que irán o volverán a los ayuntamientos emocionales plenamente emocionados y limpios de mala uva y opacidad gestora. Personas que habrán hecho todo lo que podían y sabían por su ciudad o por su pueblo desde su punto de vista, no siempre del partido que representaban, y no se les habrá pasado por la mente haberse acercado ni lo más mínimo a la ilegalidad en este tiempo de alfombras sacudidas. Pero también se van los que han hecho todo contrario en cuentas de corrupción.

Los que hoy sean investidos para gestionar, con o sin crucifijos que les bendigan, que eso también emociona por creencias religiosas, han de tener muy claro que han de llegar limpios de corazón y de cabeza para sanear cuentas, para priorizar gastos, para gobernar con sabiduría, para presidir y representar a unos ciudadanos que les han traspasado un poder que en cualquier momento pueden arrebatárselo; es decir, deben estar formados y preparados para gestionar una empresa que muy emocionalmente reciben en sus manos.

Es ley de vida regenerar los salones de plenos, bueno todos los salones y despachos, incluso los reales, y  es inevitable hacerlo sin emociones, por lo que unos reirán, se abrazarán, se felicitarán, se darán apretones de manos más o menos sinceros y otros se irán a casa con la cabeza gacha. Unos esperarán tiempos mejores para intentar la revancha cuatrienal, como si de un juego de mesa o de cartas se tratara y se recolocarán por los rincones. Pero es ley democrática el cambio de sillón y de puesto, nada es eterno, ningún acuerdo soluciona nada de por vida, lo interesante es el relevo que mejora la gestión anterior o ése debería ser el objetivo.

Hoy en más de ocho mil ayuntamientos prima la emoción, se deciden cargos y roles, se escuchan quejas, se toman decisiones, se negocian asuntos que afectan a los pueblos y a sus gentes, a veces se hará muy fríamente, otras veces se pondrá corazón. Pues a mandar, a hacerlo bien y a merecerlo.

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