La energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma, es una ley de la física que podemos aplicar a las antiguas cabinas de teléfonos que desde hace años están viviendo un proceso de transformación, digamos al menos creativo, en algunos países de Europa. Cierto que en los últimos años la telefonía ha cambiado hasta límites insospechados, hasta el punto de llevar un auténtico ordenador en el bolsillo en lo que llamamos teléfono móvil, incluso se generalizará un gran centro de comunicación en un móvil- reloj, es decir mucho más que todo el potencial de una vieja cabina en el ámbito de las llamadas, ya que llevaremos toda la comunicación en la palma de una mano. Conseguido este objetivo, sobran las viejas cabinas, a medida que se compran teléfonos móviles desaparecen esos pequeños kioscos de colores que se han hecho emblemáticamente rojos, por ejemplo, en Reino Unido.
Se parte de la base que todo coexiste, como la energía, como la materia, al mismo tiempo, hay una gran oferta de soportes y megasoportes tanto digitales como en otros materiales, como el papel, pongamos por caso. De la misma forma que cuando surgieron los videos, se temía que desapareciera la cámara fotográfica, la realidad nos demuestra que esta apreciación es falsa, debido a la nueva vida que puede tener una imagen digital, la belleza estática de una imagen también cobra su valor y se multiplica.
Si le dejan, el hombre es creativo por naturaleza, la idea de una minibiblioteca surge hace unos años en un pueblecito francés donde varios arquitectos consiguen dar nuevos usos a estancias municipales. Por ejemplo, un viejo lavadero lo reconvierten en piscina, un viejo horno lo convierten en un moderno bar, una iglesia en un cine, una vieja cabina telefónica en una pequeña biblioteca. Así surgen las minibibliotecas públicas donde pueden caber hasta cien libros de todos los tamaños y para todas las edades. Esa vieja idea se copia en países como Reino Unido, Lisboa, Francia, Chile y surgen esos pequeños habitáculos plagados de libros con un mensaje claro: Se trata de una biblioteca pública, no hay que apuntarse, sólo debes dejar un libro antes de tomar otro. “Lo importante no es lo que te llevas sino lo que dejas”, sería la traducción de una minibiblioteca que nos encontramos en Londres.
Pero hay otros muchos usos que el hombre da en su afán de reciclar y transformar lo que encuentra, o lo que deshecha, o lo que ya no usa, aparte de darle un carácter de souvenir. Y es que una cabina puede servir como puesto de flores, punto de wifi, espacio para desfibrilador en caso de paro cardiorrespiratorio y, en España, se ha hecho un intento de utilizarlas como punto de carga de batería de vehículos eléctricos pero sólo ha sido un proyecto, el petróleo debe ser más interesante tal vez para vivir en una ciudad limpia y respirable. Todavía están a tiempo de dar otros usos a las cabinas, se venden y se adoptan, de color blanco en Lisboa, de color rojo en Londres, azules en… ahora llenas de libros de papel, todo coexiste.