El lugar de cada poeta es su mundo particular. También el del escritor de otros géneros literarios que deambulan por los escenarios. Los lugares que adoptamos desde la infancia duelen por dentro a fuerza de nombrarlos, de visitarlos, de ser observados… El lugar de un poeta o escritor debería ser siempre sagrado para no permitir que otros que no reparan en fastidiar afectos lo desgasten, lo mancillen, lo descuiden, lo desprecien o simplemente se aprovechen como si fuera suyo, lanzando palabras con fuerza antipoética aunque, pese a su uso indiscriminado, nunca será suyo.
Sí, algo pasa con los poetas cuando otros que no lo son atacan, se sirven y comercian con amores falsos como si tuvieran derecho a vilipendiarlos. Porque hay lugares tan especiales y personales por su belleza e importancia que se prestan gratuitamente a quien no lo merece, aunque lleguen tan campantes enarbolando la bandera de la poesía, la que aún nadie sabe del color que pueda ser, y todos crean saber su tonalidad cuando encandila.
Tranquilos, solo es para introducir a una poeta que defiende su lugar como nadie, su sagrado lugar, pese a que tiene legión de detractores por las sendas cervantinas. Ella defenderá en todo tiempo su lugar de Argamasilla de Alba, pese a no escribir en exclusiva del tema, sabemos que es “su lugar”, su querido lugar al que posiblemente, seguramente, Cervantes se refería. Que no diga nadie que existe otro lugar en su memoria, fuera de su terreno, cerca de sus queridas piedras y mojones, no hay tal.
Pilar Serrano de Menchén es su nombre de pila más artístico, muestra su corazón donde va recitando, organizando dramas, teatros, ofreciendo su obra, pese a que tiene varios corazones familiares, reales, por los que preocuparse en profundidad. Aun así, avanza y sorprende. Hoy me sorprendió con una de sus obras, de corazón natural por su fuerza y constancia. Un “Corazón de agua” viajero de otro lugar cervantino defendido por el también grande Valentín Arteaga, el lugar de los molinos, esos que dicen ahora que tampoco son del lugar por excelencia. ¡Hay que ver qué discutidores somos por aquí tras la pluma de las plumas o Cervantes!, verdadero discutidor en poesía, descubridor de la novela moderna, ¿quién se lo iba a decir?, siempre discutiendo sobre el hidalgo, pero que no nos quiten el lugar sea o no sagrado, que no se aplauda la ignominia, todos tenemos nuestro corazoncillo, el que llora, aunque no sea tan amoroso y acuoso como el de la gran escritora Pilar Serrano, en su narrativa, poesía, conferencias, ensayos…
Su “Corazón de agua” nos llega al infinito, también a la obra salomónica del Cantar de los Cantares, con una mística sobresaliente comparable al amor humano, el que falta por dar en ocasiones. Pilar es una de nuestras Dulcineas o Marcelas, de versos armoniosos, apasionados, íntimos, frescos que hacen pensar que pueden referirse al lugar amado y amatorio por el que se desvive.