Jerónimo Calero puede decir «¡Gerónimo!»

El poeta Jerónimo Calero de Manzanares puede gritar sin miedo. Muchas voces repiten su verso, su claro pensamiento, su grito. En la introducción del recién presentado libro Soledades, su amigo y también poeta Teo Serna nos habla de mitos y poesía, de hombres y dioses. De hombres que juegan a ser dioses y de dioses que son como los hombres, y es que el hombre en la vida quiere ser como los dioses olvidando que mucho de humano hay en ellos.

Jerónimo es valiente con su poesía, a pesar de que casi siempre va unida a la soledad, a la fuerza expresiva de la palabra, puede que al igual que Lope de Vega, Góngora o Antonio Machado, poetas claros que así han hablado de su existencia, Jerónimo haya sentido en su vida esa soledad humana que avisa al hombre de su triste destino. Él mismo como poeta la ha sentido, sin embargo jamás el hombre deja a la poesía, junto a ella, Jerónimo se suma a la soledad de forma itinerante ya que escribe con cierta asiduidad desde 1995, y desde esa fecha nos ha dado tres libros además de estas Soledades: Huellas, ¿…Y quién es el que canta?, y Con otro acento.

Podría gritar ¡Gerónimo!, nuestro Jerónimo de aquí, autor del libro de la editorial Huerga&Fierro y lo podría hacer para recordar las hazañas del jefe apache, repetidas por los paracaidistas estadounidenses en la 2ª Guerra Mundial, con el convencimiento de que tras ese salto poético sus versos seguirán estando entre nosotros citando “su cargamento de palabras”, porque “Somos fruto de ese ritmo interior, / de ese latido universal que se individualiza en cada uno de nosotros/”. Su fresco humor a pie de verso, sus anotaciones expresivas pelín amargas demuestran que, mientras trama los poemas, nos hace pensar en la nimiedad del género humano, y paralelamente a la búsqueda de la grandeza, de lo que somos o podemos ser en un instante dado.

Se advierte la angustia existencial con la que todos somos tocados: “Quién tiene la llave. / Que alguien me preste la llave / para salir de este encierro. / Nadie responde,/”. La palabra es obsesión, se atreve a llamarla “fruto de la tierra que habita”, pero es realismo y duro significado cuando en sus versos nos habla del tiempo y la muerte, de caminos y silencios, de destinos y heridas, del pasado…

Gerónimo, el apache valiente, tenía su carcaj, su aljaba y sus flechas, su historia unida a las valentías de la existencia; Jerónimo, el poeta, el de aquí, tiene su propio carcaj con flechas que no se atreve a disparar aún y lo hace poco a poco, salta poco a poco, grita poco a poco, escribe poco a poco…

Su meta lírica aunque parezca lamentarse de ser quién es o llamarse como se llama, es un acto de valentía para dejar sentadas las bases de la búsqueda de una buena escritura que con todos comparte. Se empeña en hablar sobre la vida y las certezas, sobre la vejez y la esperanza, sobre la soledad  acompañada siempre por la literatura. Es osadía que el poeta termine su libro hablando de miedos, como si gritara el nombre de su tocayo Gerónimo para vencerlos.

Un comentario sobre “Jerónimo Calero puede decir «¡Gerónimo!»”

  1. Agradezco tus palabras, tus comparaciones y tu objetividad en la valoración de los poemas que componen SOLEDADES. No sé si soy un poeta valiente. Ceo que soy un poeta apartado de moldes, en búsqueda constante de esa interioridad que dé sentido a la vida, a mi vida. Nunca encontrare la respuesta definitiva, pero mientras tanto, iré llenando páginas que, como el grito que invocaba al apache, dejarán constancia de que una vez, hubo alguien que se esforzó en dejar grabados en las paredes de su gruta, aquellos bisontes que sin tener más importancia que la impronta de quien los grabó, recrearon un mundo en ciernes.
    Así que repito: Gracias Nieves y un cariñoso saludo.
    Jerónimo

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