Acabo de leer una obra nueva, obra poética, la empecé hace semanas pero los mitos y simbologías que ofrecía y adonde sus versos me llevan, unido al poco tiempo por prisas navideñas, hizo que yo necesitara un lugar, un espacio, un momento concreto para leerla a gusto, o sea pasando miedo, como viendo películas de terror en el viejo cine de pueblo. Eso le gustaría al autor, pensé. Me dio respeto su inicial filosofía, me detuvieron sus tres obras en una y aún más me asustaron sus tantos apartados filosóficos de papel apretado. Pero sólo necesité llegar a leer uno de los poemas, Rosebud, o mejor decir Mazinguer Z, ya escuchado en directo en boca del autor, ¡lo que es la oralidad!, para reconocer la obra en su conjunto y ver que el poeta nos hablaba de miedos comunes, y que bajo el disfraz de Drácula, se escondían trajes de accidente, de cáncer o de infarto, trajes de muerte, como nos avisa Fernando López Guisado en las nuevas páginas de su reciente obra publicada en Vitruvio.
La verdad es que nunca dudé que mereciera la pena ser lector de un libro de Fernando, sobre todo porque él mismo nos dice en las dedicatorias que merece la pena escribir sólo con saber que estamos ahí leyendo sus poemas. Rocío para Drácula tiene ciento cincuenta páginas, algo inusual en obritas de poesía, pero es que no es una obrita usual de poesía, como inusual es que te hablen en ella de gatos de toda condición, de Demiurgos irracionales que desde hace tiempo se la tienen jurada, de filosofía creadora, de preciosos gemelos como sus propios hijos, de fantasías de amor, o sexuales, y sobre todo que esté en todos los poemas el HOMBRE, el hombre a lo grande, y a veces desnudo ante la vida injusta que siempre llega para arrebatarnos algo, vida ingrata a pesar de la juventud del poeta. Por todas sus páginas circulan, en buenos endecasílabos, la sangre de Drácula, en los sanitarios o cuando él mismo andorrea por los hospitales, nos introduce cierto vocabulario medicinal, no en vano es del gremio, y nos acerca imágenes de allí como el enfermero o médico que ha de describir y desahogarse al llegar a casa si ha salvado una vida, o ha estado cerca de la tremenda dentadura de Drácula.
En sus poemas la vida y la muerte luchan por doquier, existe el Otro Lado, no sólo en hospitales, en su mente está presente, es poeta observador al mínimo detalle y cuando te relajas, si es que puedes hacerlo con sus versos, te lanza uno para dejarte desarmada como un verdadero ataque incisivo de Drácula. Vean éste, adivinando todo en el poema “Cigüeñas”: Representan motivos nuevos / para aborrecer la primavera. En contraste, junto a él nos ofrece un tierno y duro pañal-metáfora.
Confieso que he pasado miedo interior leyendo este frío Rocío para Drácula, quedé emocionada como en las viejas películas de horror, bañándome en su playa, subiéndome a su tren fantasma, mirando a los ojos del gato que puede resucitar en un momento, o muriendo por asfixia ante el fracaso… Conocer al autor y haber leído sus inquietudes y estados como amigo de Facebook ayuda a comprender sus miedos naturales y humanos, porque los describe como nadie. Fernando, podrá pulir o no pulir los poemas en su lista de propósitos de año nuevo, pero en este libro nos llega la escarcha matutina y su estremecimiento.