Ante tanto drama que estamos viviendo por los pocos recursos económicos y la alta problemática laboral y social, surgen personajes y grupos de personas simpáticos que intentan hacer justicia o de su capa un sayo, ayudar a los demás o captar la atención y defender a su manera su bolsillo, y dicen que también el de los demás.Los jornaleros, parados y despedidos que actualmente se meten en supermercados y propiedades privadas para su disfrute, amparados por políticos que les abanderan y guían, lo hacen por conseguir notoriedad en este siempre mal reparto de los bienes del mundo, que deja a unos sin heredad y sin futuro y a otros bien nutridos para años venideros, es lo que tiene la injusticia social, que antes se pensaba que tras pasar años de vacas gordas, cuando vinieran las vacas flacas, no nos resentiríamos tanto.
Se han parado a pensar cómo han cambiado nuestras vidas en tan solo dos años. Para muchos de nosotros era impensable perder su casa, estar parado, pagar por las medicinas, por los libros, no salir de vacaciones, o no tener comida que llevarse a la boca. Escucho en las pantallas a un hombre de mediana edad, despedido por un ERE que dice defender a sus hijos, es el pan de mis hijos, reitera en varias ocasiones y al joven policía que controla sus movimientos y su boca, le dice que se prepare para detenerlo, que no va a parar de decir lo que piensa, tú también lo harías, o no serías un buen padre. Nos emocionamos al escucharle. Es parecido al caso sociológico del hombre que no tiene dinero para comprar una medicina que sabe que curará a su esposa, sabe que está en la farmacia, ahí a su disposición, pero no tiene dinero, el farmacéutico no le fiará el medicamento, no ve otra solución que tomar la medicina y salir corriendo, o atracar la farmacia a mano armada o con nocturnidad y alevosía.
Es cuando la ley y la ética se cruzan en nuestro camino y andan disociadas. Qué no haríamos por nuestros hijos y familiares, aunque fuera delito, si no hay más remedio iríamos contra la ley para salvaguardar a los nuestros de penalidades.
En estos malos tiempos han aparecido al menos dos Robin Hood de los que roban en los supermercados y luego reparten lo robado entre los pobres, dicen que lo hacen de manera simbólica, son representantes políticos de izquierda que actúan en consecuencia como si ante la corrupción y falta de ética, alguien también saltándose las leyes a la torera, necesitara dar una lección ética (pero no es ética) a nuestros gestores y gobernantes.
Son como una especie de alcaldes de Zalamea que defienden el honor y la dignidad de la persona, saben que pueden perder por el camino, pues no están muy convencidos de lo que hacen. Son paripés políticos y circenses para enconar a ricos y pobres, pero saben, por sus sueldos, que no es así como se achican las diferencias.