Máster en emociones

Qué difícil sobrellevar esta pandemia que lo mismo nos animamos pensando que acabará con sus rasgos más duros la próxima semana, como nos dicen unos, o que se suavizará un poco en los meses de mayo y junio para volver a julio y agosto con virulencia, o en el otoño. O incluso que continuará durante cuatro años, como nos dicen otros.

Ante tantas informaciones, verdaderas o falsas, interesadas, desinteresadas, miedosas o emocionalmente motivadas por la ira o el pánico, podríamos consultar a los científicos y que se pusieran de acuerdo. Me imagino a grupos multidisciplinares y numerosos equipos de científicos trabajando ahora mismo para ver luz en estos tiempos oscuros, aunque llenos de luz primaveral que no se dejan ver con transparencia en ningún aspecto.

Antes, tímidamente se ofrecían psicólogos para solucionar problemilla personales y/o sanitarios. Ahora, se ofrece apoyo emocional desde los centros educativos cerrados, desde las instituciones locales como ayuntamientos, aparte de numerosos tutoriales que leemos en pantallas de las redes sociales.

Escucho decir a una enfermera, de las muchas heroínas que hay debido al coronavirus, que en estos dos meses ha hecho un máster emocional fuerte. Ayer precisamente fue el Día de la Enfermería, esa profesión de la que en España nos ponemos orgullosos cuando nos alaban en Alemania o Reino Unido, es decir, siempre fuera.  Buen día es también hoy para festejar su gran labor, junto a otros sanitarios y técnicos del cuidado y la salud, incluidos médicos, auxiliares, cuidadores de dependencia, técnicos de laboratorios, farmacéuticos, psicólogos… Y ofrecerles algo más que material de protección, o comprensión y aplausos. Sí estabilidad en el empleo, plus de peligrosidad, empleo no precario y recursos sanitarios para los enfermos, teniendo por seguridad que si llegan al enfermo, llegarán también a sus enfermeros.

Profesionalidad de enfermería aparte, que la hay y en muy buen grado, también es importante resaltar que una mayoría de nosotros hemos sido enfermeros ocasionales y  familiares, a veces durante décadas, en un tiempo en que muchos sabemos que lo peligroso no es estar alerta, trabajando, con horario inflado, sino que el vacío que llegará cuando nos falte la persona a quien cuidar hará que vayamos derechos a sufrir síndromes emocionales, como por ejemplo al síndrome de cuidador quemado. Quien cuida o ha cuidado lo sabe, aunque haya sido durante poco tiempo. Este síndrome de Burnout, es el que nos quema por dentro y por fuera y nos deja tocados para el resto de la vida.

En cualquier caso, cuidadores o no, formales o informales, la pandemia nos va a titular en emociones, porque será difícil autogestionarlas, si se refiere a cualquier aspecto personal derivado de esta maldita enfermedad, sea por haberla sufrido, o por el paro, las pérdidas, conflictos familiares, necesidad, pobreza, miseria, distancia, miedo, dificultades y sobre todo la falta de libertad y de maniobra. 

Emociones y problemas que habrá que gestionar con calma aceptando la vida y siguiendo adelante. ¡Enhorabuena,  titulados!

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