Juega con las palabras, todo es un juego de principio a final, y como tal, yo misma tomo el subtítulo para seguirlo y adentrarme en los lugares que rememora, en los que vivió y en los que pasó sed, pero no una sed cualquiera, es ésta una sed plural, una sed ardiente de deseo por el que una pareja nos muestra su tiempo más natural, al modo de una suite musical, casi se podría decir una suite nupcial, con movimientos variados pero toda ella en la misma tonalidad. Es una suite convertida por ello en una suite de hotel que después se hará precisamente título de las últimas composiciones, (Habitación de hotel), porque de ambas acepciones de suite se ha de beber aquí, en el libro de poemas de Paco Caro editado por Lastura recientemente.
Es la crónica de un viaje deseado, de varios viajes geográficos y personales que pueden partir de Madrid y en cuyo destino la naturaleza tiene mucho que decir. Se recorre el agua de esa sed por variados rincones: Valle de Alcudia, Tablas de Daimiel, Palacio de la Serna en Ballesteros de Calatrava, pero también Manhattan y Amberes como refugios encontrados “en estos o en cualquier / lugar que nos procure la copiosa / rebelión de los cuerpos, la que crece / convocando a quien ama.”
“Copiosa rebelión” erótica que se afana en buscar manantiales en los labios de la amada. No pueden faltar entre otros elementos vegetales los arbustos referidos a los ríos: brezos, sauces, tarayes, eneas y líquenes, porque de manantiales y orillas de los ríos sabe bien el poeta de Piedrabuena. Ha bebido de ellos. Generosas son las llamadas a las aves, no en vano se hace cómplice con ellas para pedir noticias de su amada. “A quién he de pedir / noticias tuyas, / sino a las aves.” En su hábitat afectivo sobrevuelan los vencejos, las golondrinas, las avefrías, las tórtolas, las abubillas, los autillos, los alcotanes, las torcaces…, pero también las águilas, las grullas, los cuervos y gavilanes.
Y por seguir jugando un poco más con las palabras, sorprenden vocablos en desuso, pero muy anclados en la tierra como troje, chamarilería, sentina, fletes, galpón…, además sostenidos en un mismo poema que nos habla de refugios, de complejas relaciones, de distancias y amor.
A Plural de sed hay que seguirle el juego en este verano asfixiante, sea para refrescarnos en sus manantiales, o para templarnos con el viento bórea, o para salir ilesos de tanto fuego, o para escuchar su zarabanda poética, su rondó musicalizado, o entender su rabia cuando dice: “Hoy no quiero beber / sin ti mi boca / sino romper / contra la voz cien vasos.”
Plural de sed es a Paco Caro como la geografía natural y escondida lo es al amor más pícaro, y por jugar el poeta juega hasta con la luz: “en los alrededores alza el sol, / alza el sol porque quiere / vernos. (…) Somos albas secretas, una sed y otra sed, / cuerpos sin nombre, / que no saben callar, que nunca callan.” Bellos juegos poéticos.