Estamos mal acostumbrados a encontrar museos, salas de exposiciones y centros culturales céntricos, y a que se nos muestren urbanos, dentro de nuestra zona de confort. Eso también ocurre con restaurantes de tronío, quizá la comida sienta mejor si se adorna con unos kilómetros de lejaníapara hacerla más glamurosa o principal; ocurre que en Europa, al menos, no siempre aquello es así y el público es capaz de recorrer decenas o cientos de kilómetros, para visitar un lugar concreto, sin más remilgos ni quejas que unos kilómetros recorridos.
Pero eso tiene su doble cara, el lugar museitizado tiene un valor añadido, así le ocurre a una vieja estación provincial de Argamasilla de Calatrava, cercana a la autovía, que como todas las viejas estaciones que un día dejaron de repartir billetes a viajeros más viejos, a quienes no importaba viajar despacio o ir menos cómodos, poco a poco fueron abandonando los raíles oxidados para cambiarlos por flamantes y veloces Aves, capaces de asustar a avecillas tímidas que se acercan a los árboles, porque en las viejas estaciones aún quedan árboles que saludan con sus ramas al viajero.
Pues allí, entre árboles, notas musicales y gatos, el arte se sortea y reparte a borbotones, actualmente se ofrece una gran exposición de barro y colorido, imagen y formas dinámicas que dan una visión artística, mientras la poesía se cuela en sus rincones, porque siempre una estación es poesía y mimo, y deja el recuerdo de mil historias vividas, sobre todo cuando está aderezado por la música de Graci y la gran ollería de Ángel Leal y Gracia Arias.
Rosa Leal Arias está recién llegada de otro lugar, donde ilustra una obra coral de poetas que hablan sobre la libertad, pero aquí se le juntan dos disquisiciones: conjuntar muerte y libertad. Y lo hace con nota en sus trabajos de ilustración, los que expone, no hay como observar una de sus figuras, caída en el suelo, como lo vivimos, de un hombre suicidado en la Calle Libertad.
Pero Rosa Leal es mucho más que esa ilustración que me atrae y domina, es uña y carne con esa tinta negra que le pide agua para crear las flores más frescas y diversas que se hayan visto nunca. Y todo rodeado de vasijas de barro familiares de todos los colores, formas y tamaños posibles, ¿por qué repetir un cuadro si tiene toda una serie poética a sus pies?, licenciada en Bellas Artes en Sevilla, reside en Madrid, bebe del arte familiar de sus padres, Leal y Arias, es grabadora, diseñadora gráfica, y elige la tinta como homenaje al poeta, pero lo mismo se arranca con óleo, lápiz, acuarela, pastel… Y por supuesto, cerámica.
Conociendo el lugar, entiendo que Rosa prefiera trabajar al aire libre, al vaivén de los trenes que traquetean un poco su mirada y la mantienen con los pies pegados a la tierra y a la comarca que la vio nacer.